sábado, 21 de abril de 2012

Criminalidad ganadera

Miguel Lopez

Akâpete

No hay otro modo posible de decir. Cualquier acto humano que ponga en peligro a otro ser humano, a sabiendas de que ese riesgo existe -o que el daño es inminente a corto o largo plazo- e igual se ejecuta, es eso: una actitud o un acto criminal.

Eso está pasando en el Chaco.

La emergencia declarada por la inundación de vastos territorios y poblados, a raíz del desborde de los ríos Pilcomayo, Montelindo, Verde y Negro, cuyos caudales crecieron por las riadas y la constante lluvia, no tendría el rostro de calamidad si algunos ganaderos hubieran sido respetuosos de la naturaleza y hubieran disminuido su codicia.

Resulta que la inundación que está desplazando a 10.000 familias (unas 50.000 personas) en la Región Occidental no tendría la actual proporción, y tal vez ni siquiera habría crecidas que afectaran las casas, si los criadores de ganado no se hubieran apropiado de las aguas; si las hubieran dejado correr normalmente y si hubieran tenido en cuenta un mínimo de sentido de responsabilidad sobre los recursos naturales.

Todos esos ríos están obstruidos por diques, represas o caminos terraplenados sin puentes en varios tramos; taponados, para desviar e irrigar las tierras de las estancias, los potreros y los campos de pastoreo. Si más abajo la gente y las comunidades indígenas se quedan sin agua, qué importa; o los de más arriba se inundan, tampoco importa.

Ganaderos de todos los pelajes están involucrados en esta suerte de conspiración. La lista de mala fe de los represadores de ríos de la Secretaría del Ambiente la integra el propio presidente de la Asociación Rural del Paraguay, Juan Néstor Núñez, y le acompañan José Casamada, Manuel Cardozo, María Concepción Brusquetti, Juan Bueno Núñez, Nicolás Luthold, Francisco Brusquetti, Casildo Samaniego, Arturo Niedhammer y María Elsa Brusquetti. Varios de ellos reincidentes en el mismo delito.

Nada justifica lo que estos actos constituyen contra la propia vida de la gente.

En este caso los causantes directa o indirectamente de la grave inundación son los privados; y todavía se teme una peor catástrofe si la riada de la cuenca alta y las precipitaciones llegan a cubrir el Pilcomayo en el Bajo Chaco.

Por de pronto, aparte de la destrucción de poblados enteros y de desplazar a miles de familias, estos ganaderos tienen 3 muertos en su haber.

Deberían ir a la cárcel.

Texto: blogs ultimahora
Foto: nanduti.com.py

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