sábado, 17 de julio de 2010

Marcelo: semblanza a 30 años de su muerte


Luis C. Romero

Hoy, 17 de julio de 2010, se cumplen 30 años del cruel asesinato del líder socialista, político y escritor boliviano Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien fue calificado por muchos escritores e historiadores contemporáneos como uno de los más grandes intelectuales del siglo XX.

Marcelo Quiroga nos abre en este tiempo a mirar ese pasado con ojos de esperanza y también nos enfrenta al desafío de emprender las tareas que son tan importantes como el tiempo de los años setenta y ochenta.

Muchos señalan que en este gobierno, especialmente en el ámbito de la justicia, el proceso de cambio tiene aún deudas pendientes y apuntan al hallazgo de los desaparecidos, el esclarecimiento de los hechos y la identificación de los autores.

Se habla también de la apertura de los archivos militares y la conformación de una Comisión de la Verdad para que se esclarezcan muchos hechos y lo que se ha encubierto por el famoso pacto del silencio, sobre todo en relación a los restos de Marcelo.

Y así, otras como el desagravio y la reparación que debe hacer el Estado a las víctimas del terrorismo estatal, por violación a sus derechos al infligirles torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes.

AQUEL 17 DE JULIO DE 1980

La media mañana del 17 de julio de 1980 Bolivia se conmovió de angustia, decepción y desaliento frente a otro golpe de Estado. Los militares, bajo un repudio generalizado y en una conducta ya compulsiva, se habían lanzado a su segunda toma del poder en 11 meses. En La Paz, las radios anunciaban que la asonada se había iniciado en Trinidad y cobraba apoyo en el interior.

Inmediatamente, Marcelo Quiroga Santa Cruz respondió desde su casa a la convocatoria del Comité de Defensa de la Democracia (Conade), la última cita política de su vida.

La reunión se realizaría en la céntrica sede de la Central Obrera Boliviana (COB), en pleno paseo de El Prado. Fueron citados los principales líderes políticos y sindicales, así como activistas de las libertades ciudadanas. Sin embargo, entre decenas de dirigentes, sólo dos de las siete principales personalidades de aquella coyuntura se presentaron: Quiroga, en su condición de primer secretario del Partido Socialista-1 (PS-1), y el líder obrero Juan Lechín. En las horas siguientes ambos correrían una suerte muy dispar.

Una voz, de mando militar entonces, asegura que la tragedia de Marcelo comenzó cuando un dirigente se aseguró de convencerlo para que asista al Conade. “Después llamó desde dentro de la COB y dio la seña: ‘papá está en casa’”. Luego se inició el operativo denominado Avispón. Una docena de civiles armados partió en ambulancias desde diversos recintos militares con rumbo a la sede sindical.

LA SORPRESA DE ARCE GÓMEZ

Alrededor de las 11.00, en la COB se leía ante la prensa el documento de resistencia pacífica al golpe. De pronto ráfagas de ametralladora destrozaron los vidrios. Poco después, en medio de gritos y disparos, los miembros del Conade fueron conminados a salir en fila y con las manos sobre la cabeza. Cuando se inició el descenso por las escalinatas la atmósfera parecía irse apaciguando.

Así, de manera cortés, uno de los paramilitares separó al anciano Lechín del grupo. Otros ordenaban la salida de quienes se aproximaban a la puerta, eso hasta que ubicaron a Marcelo en uno de los descansos de la escalera. El líder del PS-1 bajaba cuando uno de los asaltantes quiso forzarlo a dejar la fila increpándolo y agarrándole el hombro. Quedaba clara la idea de llevarlo en solitario a un recinto cercano.

Apenas Quiroga intentó rechazar su aislamiento, el paramilitar le disparó un proyectil que ingresó por debajo de la tetilla izquierda. Mientras el político se derrumbaba, su victimador, un hombre blanco, de 1,60 metros, complexión gruesa y frente amplia, lanzó una ráfaga. Los disparos causaron nuevas heridas en Marcelo y mataron al dirigente Carlos Flores.

El líder socialista fue trasladado malherido hacia el Estado Mayor. En el camino sus captores iniciaron vejámenes e incipientes torturas. Poco después, resultaron llamativos los gestos de sorpresa con los que el virtual ministro de Gobierno, Luis Arce Gómez, recibió los cuerpos de Quiroga y Flores. A más de un testigo le pareció que el jefe militar no sabía que el operativo derivaría en sus manos.

La ráfaga que el 17 de julio de 1980 terminó con la vida de Marcelo se extiende hasta nuestros días y aun mantiene al pueblo boliviano acribillado por tan devastadora ausencia.

La Corte Suprema de Justicia, en la ciudad de Sucre, guarda en sus archivos un abultado folio entre los que se halla el Grupo de Delitos Nro. 2 calificado como “Asalto a la COB y otros asesinatos”. Entre los imputados en primera instancia están los paramilitares autodenominados Los Cuchillos largos, quienes asaltaron la COB y asesinaron a Marcelo.

Estos asaltantes son: Guido Benavídez; Tito Montaño Belzu; Andrés Ivanovic Tapia; Juan Carlos Peralta Valda; Galo Rubén Trufillo Braun; Daniel Torrico Balderrama; Gerardo Sanjinés Rivas; René Humberto Chacón Tavera; Víctor Barrenechea Aramayo; Juan Carlos Otálora Calderón; Víctor Maceda Arce; Jaime Sandóval Tarifa, Pablo Virgilio Ontiveros, Fernando Rodríguez, Javier Hinojosa y Rosario Poggi.

Esta banda de narcotraficantes, actuaba bajo las órdenes de Luis García Meza, Luis Arce Gómez, y contaba con la colaboración de asesores argentinos que llegaron al país.

En la mira de los militares golpistas

Durante el exilio, Quiroga se convirtió en una figura de renombre continental por sus denuncias contra las dictaduras y la influencia de EEUU. Tuvo incesantes participaciones en foros internacionales, incluso en el propio Senado estadounidense. Allí señaló al gobierno de Jimmy Carter que “la mejor forma de ayudar a Latinoamérica era dejar de intervenir en Latinoamérica”.

El final de la dictadura en 1978 abrió paso a la palestra más destacada de Quiroga. Electo como diputado, junto a cinco otros socialistas, lanzó el más célebre juicio de responsabilidades de la historia boliviana. Filmaciones, fotografías, archivos internacionales, copias de los singulares “decretos reservados” desnudaron uno de los regímenes en los que más delitos económicos, políticos y de lesa humanidad se habían cometido.

El proceso fue interrumpido por un nuevo y fugaz golpe de Estado el 1 de noviembre de 1979. Un informe de inteligencia reveló que entonces se tramó un segundo intento de asesinato contra el líder socialista.

Tras 15 días de conflicto se llamaron a nuevas elecciones y en junio de 1980 el PS-1 de Quiroga había casi triplicado la votación obtenida menos de un año antes. Los análisis lo anunciaban como un futuro presidenciable.

Tras los sucesos del 17 de julio, la memoria de Quiroga fue saludada en todo el orbe, así como por todo el espectro político boliviano. Desde cada frente se valoró su afamada cualidad de orador y vocación democrática. Claro, sus postulados socialistas fueron progresivamente olvidados. El PS-1 expiró antes de la década. Sus compañeros de partido se dispersaron resignados a la ola neoliberal de los 90, algunos incluso se alinearon tras el Banzer demócrata.

También desde aquel 17 de julio su nombre ha motivado reiterados homenajes, lo llevan plazas, escuelas y avenidas. Incluso el Congreso Nacional creó una distinción al mérito democrático que lleva su nombre. Una ley sobre la lucha contra la corrupción promovida en el gobierno de Evo Morales también lleva su nombre.

Desde la restitución de la era democrática, cada presidente, excepto uno, ha recordado a Marcelo en sus discursos.

La traición a la memoria del líder socialista

Como traición a esa memoria, ningún régimen sumó la completa voluntad política para esclarecer su asesinato. También en cada gobierno las Fuerzas Armadas sabotearon explícitamente toda investigación y negaron poseer documentos. Algunos de éstos, obtenidos por terceras vías de propias dependencias castrenses, revelaron una minuciosa persecución a Quiroga ya desde sus años de exilio.

Irónicamente, en junio de 2002 y pese a la oposición de la familia, los militares recibieron la distinción “Marcelo Quiroga Santa Cruz” de parte del Congreso. Mientras, su proverbial reclamo de justicia fue lo menos homenajeado. Tres de los implicados en los hechos de la COB murieron en situaciones confusas, por decir lo menos.

Los que fueron identificados como responsables inmediatos andan libres. Dos de ellos, los ex militares Felipe Molina y Franz Pizarro, fueron custodios de Banzer durante la dictadura. Ambos reconocieron ante los jueces su participación en los hechos. El nombre del ejecutor nunca fue revelado, pese a haberse sabido que fue fruto de un sorteo entre uniformados.

Mientras, García Meza goza de una extraña vida de recluso con recurrentes salidas hacia dependencias hospitalarias militares, donde recibe el trato de general. Y él, como el recluso Arce Gómez, aseguran aún “que fueron amigos de Quiroga”, pero que olvidaron qué pasó en esos días.

Vertiginosa carrera política de Quiroga

De ese tiempo, muchos recordaron su amistad con admiración por el joven Marcelo Quiroga. Entre incontables testimonios, el columnista Paulovich elogió a ‘El Sol’, y el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada recordó los proyectos cinematográficos que idealizaron. Hasta el propio Arce Gómez y el dictador García Meza aseguraron que fueron amigos de Marcelo cuando éste practicaba otra de sus aficiones: la equitación.

Así, no había cumplido los 30 y tenía todo para una ventajosa carrera en las artes y la cátedra universitaria, Quiroga Santa Cruz optó por la política. No pasó mucho tiempo para que la memoria de esa pregonada amistad y afecto fuera traicionada.

En 1966, la dictadura de Barrientos se arropó de aires demócratas. Marcelo fue invitado a candidatear como diputado independiente junto a un grupo de intelectuales por un frente centrista: la Comunidad Demócrata Cristiana.

Elegido congresal, Quiroga no tardó en romper la moderación de la bancada que lo había postulado. En julio de 1967 le inició un juicio de responsabilidades al propio Barrientos por la masacre de San Juan y el cargo de política antinacional. Se trata del único proceso de la historia a un presidente en ejercicio.

El Congreso desaforó a Quiroga en menos de 24 horas. Cuando el afectado se presentó sorpresivamente ante los jueces para defenderse, fue apresado por agentes del Estado que tomaron los tribunales. Horas después, gracias a la prensa, se libró por primera vez de ser asesinado en el suburbio paceño de Achachicala.

Barrientos se ensañó con Marcelo confinándolo luego en el campo de concentración de Madidi y en la cárcel de San Pedro. En ese contexto, el gobierno se negó a dejar que Quiroga Santa Cruz asistiera siquiera a los funerales de su padre.

Tras la muerte de Barrientos, Quiroga recuperó la libertad y su vida cobró un vertiginoso ascenso político. En 1969 fue invitado a formar parte del gobierno centro-izquierdista de Alfredo Ovando Candia. Como ministro de Minas y Petróleo encabezó los procesos de nacionalización de la Gulf Oil Company y la Mina Matilde.

En 1971, mientras gobernaba Juan José Torres y el país se polarizaba entre izquierdas y derechas, fundó el Partido Socialista. Se sumó luego a la resistencia contra el golpe de Hugo Banzer y en ese contexto fue expulsado del país hacia Chile, Argentina y México.

Idealista y amigo de grandes escritores

Análisis forenses de las fotografías obtenidas de los archivos militares señalan que Marcelo fue sometido a torturas durante su permanencia en el Estado Mayor. Diversas versiones aseguran que falleció aproximadamente a las 17.00 y que en las siguientes horas su cadáver fue incinerado en inmediaciones del principal recinto militar del país. Hasta hoy se desconoce el paradero de sus restos.

Se había puesto fin a una vida ajena por un delito tan evidente como paradójicamente difícil de precisar. Cinco lustros antes, pocos habrían imaginado que el pequeño hijo del Ministro de Guerra del presidente Daniel Salamanca, visceralmente anticomunista, moriría defendiendo causas obrero-campesinas.

Sin embargo, fue difícil impedir que se interesara en la política. Ya en 1946, cuando su progenitor era gerente de la Patiño Mines, el adolescente Marcelo Quiroga, apenas concluían las clases, corría al Congreso. Tenía especial afición por presenciar los debates parlamentarios entre elocuentes tribunos nacionalistas, socialistas y republicanos. El 17 de julio se victimó también a aquel joven apasionado por el cine, la filosofía y la literatura.

A sus 26 años publicó la novela Los Deshabitados y ganó el premio William Faulkner, la mayor distinción internacional recibida por un escritor boliviano. Así, no tardó en cultivar la amistad de escritores de la talla de Pablo Neruda, Juan Rulfo y Eduardo Galeano.

Luego, entre el arte y sus reflexiones sociales, ingresó en el periodismo. Conmovido por los agitados días que sucedieron al declive del proceso nacionalista empezó a escribir agudos y destacados ensayos. Corría 1964 y se embarcó entonces en la publicación del diario El Sol.

Texto Cambio
Foto: Katari.org

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