El menosprecio por los campesinos y los indígenas originarios se hizo patente en la década de los 70 del siglo pasado, durante los gobiernos de René Barrientos y del más sanguinario de ambos iniciado el 21 de agosto de 1971 liderado por el coronel Hugo Bánzer Suárez.
Estaba vigente el denominado pacto militar-campesino iniciado por René Barrientos Ortuño quien utilizó a los agrarios para mantenerse en el gobierno, aunque no tenía el menor aprecio por ellos.
Esa especie de ideología racista, persiste aún hoy, más en la superficie que en el fondo, en algunos sectores del gamonalismo de Bolivia donde de vez en cuando se enarbola la divisa de una Bolivia sin indios.
Los principales “ideólogos” de esa corriente fueron Gabriel René Moreno, para quien el indio era una vacuidad, sombría, asquerosa, huraña y sórdida. Bautista Saavedra, sostenía que el indio era una bestia de carga, miserable a la que había que explotar hasta la inhumanidad.
Los dos dictadores mencionados pretendieron iniciar el cambio de “raza” con la importación de blancos. Barrientos atrajo a los menonitas, que hoy depredan los bosques y Banzer anunció la llegada de rodesianos, que no se produjo por la oposición a esa “idea”.
El odio al campesino e indígena durante el gobierno de Banzer provocó que quizá centenares de ellos fueran masacrados durante los siete años de su gobierno. Fueron perseguidos y asesinados como respuesta a sus reclamaciones por mejores condiciones de vida.
La eliminación de originarios más dramática fue la ocurrida en Cochabamba. La llamada “Masacre del Valle” ocurrió entre el 22 y 31 de enero de 1974. Varios decretos aprobados por la dictadura, sobre todo relativos a una severa elevación de precios en los alimentos y la devaluación del boliviano de 12 a 20 respecto al dólar estadounidense, fueron justificativo.
El 22 de enero, los obreros de la fábrica de calzados “Manaco” protestaron contra los decretos bloqueando la plaza de la población de Quillacollo. Gritaban “Queremos pan”, “Morir de bala antes que de hambre morir”. Los uniformados ocuparon el lugar de manera violenta. Allí murió un campesino.
A partir del 24 los campesinos del Valle Alto inician el bloqueo de la carretera a Santa Cruz desde el kilómetro 20 al 126. El 26 los originarios de Sacaba se suman y bloquean el ingreso al Chapare hasta el kilómetro 38.
El martes 29, tanques y caimanes con soldados bien pertrechados al mando de un My. Cordero que obedecía “órdenes superiores”, llegaron cerca de Tolata para iniciar un diálogo con la mentirosa presencia de Banzer que no tenía ni la menor intención de ir.
Una mujer lanzó una pedrada, respondida con una ráfaga de ametralladora y el ataque de los blindados. Aviones de combate apoyaron la masacre. El libro “Nunca más para Bolivia”, señala en la página 160 el testimonio de uno de los soldados presentes: “Hemos visto montones de cadáveres, campesinos amontonados como leña”.(1)
Otro testigo contó haber visto unas treinta camillas cubiertas con mantas en un avión militar en el aeropuerto de Cochabamba. Concluida la matanza de Tolata, los militares avanzaron por la carretera, dejando grupos de ellos a lo largo del camino.
El mismo 29 de enero, numerosos campesinos se concentraron en Epizana. Se desconocía lo ocurrido en Tolata, pero estaban acordes en exigir la derogatoria de las medidas de hambre. Sorpresivamente fueron atacados por soldados del regimiento Tarapacá, comandados por el My. Cordero.
Algunos campesinos que portaban fusiles Mauser intentaron defenderse, pero fueron reducidos a metralla. Quince fueron abatidos, veinte resultaron desaparecidos. Se presume que fueron arrojados a los barrancos o al río por la “acción de limpieza” de los militares.
El miércoles 30, campesinos del valle alto, Sacaba, Melga y Aguirre se sumaron a las protestas contra la dictadura que a su vez declaró “zona militar”. En Sacaba, la limpieza étnica dejó más de cuarenta bajas entre muertos y heridos. En Melga y Aguirre, los muertos fueron entregados a sus familiares para su sepultura.
Después de la “Masacre del Valle”, Bánzer reunió un grupo del “Pacto militar-campesino” y en el palacio de gobierno les dijo: “A ustedes hermanos campesinos voy a darles una consigna como líder. El primer agitador comunista que vaya al campo, yo les autorizo, me responzabilizo, PUEDEN MATARLO. Sino me lo traen aquí para que se entienda conmigo personalmente. Yo les daré una recompensa”. (2)
Corriendo riesgo, el periódico “Presencia”, fue el único en publicar el mensaje de este caudillo bárbaro, que no retrocedió en la vigencia de sus decretos elevando el precio de los alimentos, y por el contrario, en la cervecería paceña durante un encuentro con los obreros dijo que estimaba a los hombres trabajadores que no “lloraban por un pan”.
El jefe falangista Mario Gutiérrez respaldaba a su líder indicando que no se debía hacer tanto ruido porque el dólar hubiera subido unos cuantos pesos. A su vez el Ministro del Interior Cnl. Walter Castro Avendaño, amenazó: “Ya no se tolerarán más huelgas ni paros de trabajo, ni por medidas de devaluación ni por elevación de los precios de artículos de primera necesidad”.
Poco después, el 9 de noviembre de 1974, la dictadura aprobó el decreto del Servicio Civil Obligatorio. Se puso fuera de la ley a todos los sindicatos y en su lugar se impusieron interventores con el denominativo de “Coordinadores”. Los dirigentes de la Central Obrera Boliviana, fueron perseguidos. El país entero, se convirtió en un gigantesco CAMPO DE CONCENTRACIÓN. Esto es algo que ocurrió hace 39 años y que los bolivianos tenemos la obligación de velar para que no ocurra nuevamente.
Texto y foto: kaosenlared
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