Antonio Peredo Leigue
Cuando escucho decir a un compañero que una movilización popular es política se me erizan los pelos. Esa frase corresponde al léxico de las dictaduras militares que se arrogaron el derecho a hacer política y se lo prohibieron al pueblo. Por supuesto que toda movilización tiene carácter político porque es una reclamación, justa o no, contra la autoridad o contra los empresarios. Otra cosa distinta es que se aprovechen de ésta algunos politiqueros.
Y entiendo por este último término a quienes actúan en el campo político para obtener beneficios personales o de grupo, a aquéllos que sólo hacen clientelismo. Hay que dar dignidad a la palabra Política, así con mayúsculas, porque es la proposición y la acción relacionada con la cosa pública.
Y lo que queremos hacer, en este proceso de cambios, es que todo el pueblo intervenga en la Política. En los últimos meses se han producido varias movilizaciones sociales. Con superficialidad, ciertas autoridades las calificaron como políticas, dándole un sentido perverso a ese término. Por supuesto que fue política la marcha de la Cidob, lo fue también la exigencia de Caranavi. Política ha sido la acción de los comunarios de Uncía, incluyendo los asesinatos cometidos. Política, en fin, es el bloqueo potosino.
¿Y cuál es la acción de nuestro gobierno? En todos los casos, intervenir después que se desata la violencia para llegar a arreglos insatisfactorios y, también en todos los casos, dejar resentimientos por mucho tiempo.
Debemos hacer una larga reflexión. Llegamos al gobierno con una popularidad que sobrepasó las más entusiastas expectativas. Mantuvimos esa vinculación con el pueblo hasta alcanzar los altos puntos que se mantuvieron hasta las elecciones pasadas de gobernadores y alcaldes.
Desde diciembre de 2005 participamos en cuatro elecciones y cuatro referendos. En todos ellos la asistencia superó el 80% del padrón electoral; del vilipendiado anterior y del depurado actual. No hay estadística electoral más satisfactoria, elogiada por propios y ajenos. La administración del Estado tiene también un desarrollo de gran valor. Las cifras macroeconómicas no pueden refutarse.
Escuché a uno que fue ministro en la época neoliberal que acusaba al Gobierno aduciendo que antes había más de 50 campos petroleros en actividad y hoy hay sólo tres. Habría que contestarle que esas cifras demuestran lo vergonzoso de los gobiernos en los que participó él, porque con tanta producción no éramos ni siquiera un país, pues entregaron todo a las transnacionales, y lo que quedaba llegó a pocos bolsillos.
Pero este pueblo, que ha demostrado un alto nivel de participación que sigue apoyando a nuestro gobierno por su buen desempeño, reclama atención a sus demandas. Puede que haya exageraciones, incluso abusos y hasta abiertas contravenciones a la ley. Todo eso debe rectificarse; pero antes, como base para poner orden, está la relación con los sectores populares. Ese es el nudo gordiano que debemos desatar.
Aclaremos. Todos somos conscientes de que no se ha hecho trabajo de base. Las direcciones del MAS, en todos los niveles, no han cumplido su tarea: trabajar en las organizaciones sociales, organizarlas, orientarlas, recibir sus quejas y buscar soluciones. Esas organizaciones, que muchas veces han buscado a los dirigentes del MAS sin encontrarlos, tienen la sensación de que fueron y siguen siendo utilizadas en elecciones y referendos, en concentraciones y asambleas. Entonces, se preguntan, ¿cuándo abordamos nuestros problemas? Porque votaron por nuestro gobierno y nos apoyaron como vía de solución al eterno problema de la pobreza y el atraso.
Nuestros compañeros, en las organizaciones sociales, no esperan que las soluciones surjan hoy día, como si se tratara de tocar las cosas con una varita mágica. Pero cuando no hay respuesta a sus quejas, a sus expectativas, a sus reclamos, entonces endurecen sus posiciones. Piénsenlo, compañeros, ¿no actuábamos así cuando luchábamos contra los gobiernos neoliberales? No podemos entrar en la lógica de desgastar a nuestras organizaciones. Porque el MAS proviene de éstas y sin ellas, sin su apoyo, no somos nada.
Lo que ha ocurrido en la marcha de la Cidob, el prolongado paro de Caranavi disuelto con violencia, los crímenes de Uncía y el bloqueo de Potosí, todo eso es más que suficiente para inducirnos a reconocer nuestros errores. Debemos comenzar a trabajar seriamente en las organizaciones sociales, en el seno del pueblo, de donde surgieron nuestros líderes y donde obtuvimos las victorias contra el neoliberalismo. Ojalá sea tiempo aún para hacerlo.
Cuando escucho decir a un compañero que una movilización popular es política se me erizan los pelos. Esa frase corresponde al léxico de las dictaduras militares que se arrogaron el derecho a hacer política y se lo prohibieron al pueblo. Por supuesto que toda movilización tiene carácter político porque es una reclamación, justa o no, contra la autoridad o contra los empresarios. Otra cosa distinta es que se aprovechen de ésta algunos politiqueros.
Y entiendo por este último término a quienes actúan en el campo político para obtener beneficios personales o de grupo, a aquéllos que sólo hacen clientelismo. Hay que dar dignidad a la palabra Política, así con mayúsculas, porque es la proposición y la acción relacionada con la cosa pública.
Y lo que queremos hacer, en este proceso de cambios, es que todo el pueblo intervenga en la Política. En los últimos meses se han producido varias movilizaciones sociales. Con superficialidad, ciertas autoridades las calificaron como políticas, dándole un sentido perverso a ese término. Por supuesto que fue política la marcha de la Cidob, lo fue también la exigencia de Caranavi. Política ha sido la acción de los comunarios de Uncía, incluyendo los asesinatos cometidos. Política, en fin, es el bloqueo potosino.
¿Y cuál es la acción de nuestro gobierno? En todos los casos, intervenir después que se desata la violencia para llegar a arreglos insatisfactorios y, también en todos los casos, dejar resentimientos por mucho tiempo.
Debemos hacer una larga reflexión. Llegamos al gobierno con una popularidad que sobrepasó las más entusiastas expectativas. Mantuvimos esa vinculación con el pueblo hasta alcanzar los altos puntos que se mantuvieron hasta las elecciones pasadas de gobernadores y alcaldes.
Desde diciembre de 2005 participamos en cuatro elecciones y cuatro referendos. En todos ellos la asistencia superó el 80% del padrón electoral; del vilipendiado anterior y del depurado actual. No hay estadística electoral más satisfactoria, elogiada por propios y ajenos. La administración del Estado tiene también un desarrollo de gran valor. Las cifras macroeconómicas no pueden refutarse.
Escuché a uno que fue ministro en la época neoliberal que acusaba al Gobierno aduciendo que antes había más de 50 campos petroleros en actividad y hoy hay sólo tres. Habría que contestarle que esas cifras demuestran lo vergonzoso de los gobiernos en los que participó él, porque con tanta producción no éramos ni siquiera un país, pues entregaron todo a las transnacionales, y lo que quedaba llegó a pocos bolsillos.
Pero este pueblo, que ha demostrado un alto nivel de participación que sigue apoyando a nuestro gobierno por su buen desempeño, reclama atención a sus demandas. Puede que haya exageraciones, incluso abusos y hasta abiertas contravenciones a la ley. Todo eso debe rectificarse; pero antes, como base para poner orden, está la relación con los sectores populares. Ese es el nudo gordiano que debemos desatar.
Aclaremos. Todos somos conscientes de que no se ha hecho trabajo de base. Las direcciones del MAS, en todos los niveles, no han cumplido su tarea: trabajar en las organizaciones sociales, organizarlas, orientarlas, recibir sus quejas y buscar soluciones. Esas organizaciones, que muchas veces han buscado a los dirigentes del MAS sin encontrarlos, tienen la sensación de que fueron y siguen siendo utilizadas en elecciones y referendos, en concentraciones y asambleas. Entonces, se preguntan, ¿cuándo abordamos nuestros problemas? Porque votaron por nuestro gobierno y nos apoyaron como vía de solución al eterno problema de la pobreza y el atraso.
Nuestros compañeros, en las organizaciones sociales, no esperan que las soluciones surjan hoy día, como si se tratara de tocar las cosas con una varita mágica. Pero cuando no hay respuesta a sus quejas, a sus expectativas, a sus reclamos, entonces endurecen sus posiciones. Piénsenlo, compañeros, ¿no actuábamos así cuando luchábamos contra los gobiernos neoliberales? No podemos entrar en la lógica de desgastar a nuestras organizaciones. Porque el MAS proviene de éstas y sin ellas, sin su apoyo, no somos nada.
Lo que ha ocurrido en la marcha de la Cidob, el prolongado paro de Caranavi disuelto con violencia, los crímenes de Uncía y el bloqueo de Potosí, todo eso es más que suficiente para inducirnos a reconocer nuestros errores. Debemos comenzar a trabajar seriamente en las organizaciones sociales, en el seno del pueblo, de donde surgieron nuestros líderes y donde obtuvimos las victorias contra el neoliberalismo. Ojalá sea tiempo aún para hacerlo.
Texto: Rebelión
Foto: colectivoandamios.blogspot.com
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