sábado, 7 de noviembre de 2009

Lévi-Strauss y los enigmas del hombre


Pedro De La Hoz

"Detesto los viajes y los exploradores", reza la primera línea de Tristes trópicos (1955), paradójicamente uno de los libros de viajes más fascinantes que se hayan escrito en el siglo XX por un hombre de ciencia. Si no se hubiese adentrado en las profundidades de Brasil para observar la vida de las comunidades de los guaicuru, los tupi, los bororo, y los nambikwara, quizás sería recordado solo por sus aportes teóricos y no por su impronta poética.

Porque de eso se trata: dotar la práctica científica de imaginación e instalar el registro documental en el territorio de la narración especulativa marcaron la diferencia de una obra que cambió la manera de reflejar y transmitir conocimientos.

Su autor, Claude Lévi-Strauss, dejó de existir este último domingo en París poco antes de cumplir 101 años de edad. Había nacido en Bruselas en 1908 pero por el ámbito vital y la consagración profesional inscribió su nombre en la cultura francesa. Estudió Derecho y Filosofía en la Sorbona. Una estancia en Brasil de 1935 a 1939 le hizo reorientar su carrera. A partir de entonces, y con la publicación de Vida familiar y social de los indios nambikwara (1948), Las estructuras elementales (1949) y Raza e historia (1952), se dedicó a la antropología, especialidad en la que dejó una huella imprescindible.

Un encuentro con el lingüista Roman Jakobson en Estados Unidos lo decantó definitivamente por el costado del estructuralismo. La edición en 1958 de Antropología estructural lo convirtió en punto de obligatoria referencia en las ciencias sociales contemporáneas, que se afianzaría con el polémico ensayo El pensamiento salvaje (1962) y la serie de volúmenes que publicó bajo el nombre genérico de Mitológicas entre 1964 y 1971.

Influido por la herencia de Freud, los hallazgos lingüísticos de la Escuela de Praga y la dialéctica marxista, pero sobre la base de un pensamiento original, su enfoque estructuralista trató de articular la relación entre el mito y al historia, la familia y la sociedad, la cultura y la naturaleza, los símbolos y las prácticas sociales.

Aun cuando fue sometida a recias críticas tanto por los que le achacaron rasgos de determinismo en la formulación de sus resultados como por quienes observaron cierta rigidez en las dicotomías que adoptó como puntos de partida y llegada para sus análisis, la obra de Lévi-Strauss constituye un colosal e ineludible proyecto de sistematización de conocimientos sobre las coincidencias y las diferencias de la vida humana, y una fuente de inspiración para otros pensadores tan diversos como el semiótico italiano Umberto Eco, el filósofo francés Jacques Derridá, famoso por la teoría de la deconstrucción, y el marxista norteamericano Fredric Jameson.

En días próximos a cumplir su centenario, Lévi-Strauss reclamó a los científicos sociales superar la visión estrecha del humanismo, al enunciar cómo debía abordarse al hombre más como ser viviente que como mero ser pensante.

Decía por entonces que se atribulaba ante la desmedida importancia que la sociedad le daba a los medios de comunicación, causantes, en su opinión, de un abaratamiento de la información. Habló del "hombre aturdido", que ante semejante bombardeo, terminaba "por creer que conoce el mundo en que vive cuando en realidad no sabe nada".

Confesó no estar ajeno él mismo al aturdimiento. "Durante el siglo XX —expresó— la ciencia ha progresado mucho más que en todos los siglos anteriores, una aceleración enorme en la producción de conocimientos y, al mismo tiempo, ese progreso vertiginoso nos abre abismos cada vez más insondables, cada descubrimiento nos plantea diez enigmas, de manera que el esfuerzo humano pareciera estar abocado al fracaso. Pero está bien que así sea".

Texto: Visiones Alternativas
Foto: olamtagv.wordpress.com

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