viernes, 7 de agosto de 2009

Sucre, mi amor


Por Coco Cuba

Sucre (Bolivia), 6 ago (ABI) - Tres hombres en silla de ruedas, uno de ellos ayudado por su hija que empujaba el rodado y dos decenas de ciegos y sordo-mudos, recorrieron gallardos la explanada de la Plaza 25 de Mayo donde este jueves se rindió tributo al 184 aniversario de Bolivia y donde Sucre, la capital, le entregó su consideración al presidente Evo Morales.

Los tres minusválidos, de una asociación de personas con impedimentos físicos, voltearon para mirar al presidente Morales, al vicepresidente Álvaro García Linera, a los ministros y autoridades del Poder Judicial que, desde el balcón principal de la Casa de la Libertad, aplaudían sin fatiga a todos bolivianos que con innegable unción patriótica desfilaban frente al histórico edificio donde se fundó Bolivia en 1825.

Al menos unos 5.000 bolivianos de todas las edades y condiciones se formaron en las calles aledañas a la Plaza 25 de Mayo para agasajar a Bolivia.

Tras dos años de tensiones políticas que se confabularon para que Morales no presida, en Sucre, los festejos patrios, como ordena la tradición, los sucrenses fueron a recibirle, daba la impresión, con más vigor que el percibido en 2006, cuando el gobernante homenajeó aquí a Bolivia e instaló la Asamblea Constituyente, el vehículo para fundar un nuevo país.

Indígenas venidos de todos los rincones de Chuquisaca, del central Chapare y de todo el país se alistaron para expresar su fervor cívico a la Patria que Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera exaltaron con mayúsculas en los discursos de rigor.

Puño izquierdo en alto, miradas altivas, bolas de coca atenazadas entre los dientes y las mejillas y ojotas al piso, estos bolivianos se desvivieron en vítores a Bolivia y en saludos a sus líderes.

"Bienvenido señor Presidente Evo, Sucre te saluda", se leía en una enorme pancarta que un grupo de indígenas quechuas venidos de la población de Yotala, a 17 km de aquí, sostenían en lo más alto posible.

Dos hombres esmirriados la alzaban tan alto como les permitían la longitud de sus brazos.

El mandatario se ufanó en devolver, uno a uno, los saludos que le enviaban desde la calle.

Los aires marciales que interpretaron bandas militares y de colegios sucrenses, pasaban a segundo plano, a ratos, cuando un grupo de adherentes del mandatario le urgía: "Evo, amigo, el pueblo está contigo".

Mineros llegados de los Andes se alinearon para ensayar pasos marciales, cosa de no traicionar los ritmos que brotaban de los cornetines militares, y que sólo los jóvenes soldados de las tres armas, del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, supieron sostener.

Entraron en plaza los beneméritos de la Guerra del Chaco, hombres que se apuran por desafiar el siglo de vida y que pese a sus achaques, se cuadraron ante las insignias patrias y ante los gobernantes del país.

En medio de pifias y aplausos pasa también la prefecta Savina Cuellar, secundada por sus colaboradores. No se destoca al desfilar frente a las insignias nacionales y tampoco mira a Morales.

Ante el "poder civil" también se cuadraron formaciones de militares.

"Atención, escuadra…", grita un oficial joven, enfundado en una chaqueta amarilla y pantalones caqui, que apenas debe frisar los 20 años.

El oficial ensaya, con perfección el paso de ganso, sale con el pie izquierdo, traza una ángulo de 90 grados y mantiene el régimen hasta superar los 50 metros del protocolo, con el tronco perfectamente erguido, la mano derecha en la sien recta como puñal y la cabeza girada metálicamente a la izquierda.

Una banda de música marcial de la Marina se enfila en la pista. Uno de los tamboreros, a cuya diestra marchaba un joven que traspira lo indecible para sostener un enorme bombo que prácticamente lo trae doblado, está a punto de perder el ritmo por levantar la vista hacia la ubicación de Morales y García Linera que se la pasaron entre devolver los saludos, ora con aplausos, ora con el puño izquierdo en alto y comentar a los protagonistas de la expresión cívica.

Vestidos de traje sastre una columna de funcionarios de alguna repartición discurren la Plaza con el puño en alto, excepto uno de sus miembros que no lo hace, pese a la urgencia de un compañero que le urge: "alza la mano, vamos, viejo. "Deja de joder", le suelta.

Detrás vienen los excombatientes de la "guerrilla de Ñanacahuasu", dice un letrero que los presenta.

"Evo quedate en Sucre", vuelve a escucharse la misma de hombre que no atina a enhebrar otra oración que no sea ésa y que la ha repetido hasta el hartazgo y que, para rematar, no está en estado de embriaguez.

"Álvaro, Álvaro", se hace escuchar y el Vicepresidente, vestido de traje formal azul y corbata roja, le devuelve un saludo. Más tarde volverá a gritar, "Evo…", "Álvaro…" y, así sucesivamente.

El peso de los años, casi 42, ha encorvado a la mayoría de ellos. Marchan a la cabeza de un legionario gordo que, pese al tejido adiposo que le cuelga desde abajo el esternón, ensaya no más el paso de ganso, claro está en un ángulo de menos de 30 grados.

Desfilan también la presidenta de la Corte Suprema, Beatriz Sandoval, el consejero de la Judicatura, Rodolfo Mérida y una delegación de los diputados, entre otros Rodrigo Paz Zamora que, políticos al fin y al cabo, saludan, sonríen, hasta que un fotógrafo o que por lo menos dice serlo, les espeta, a boca de jarro, un inopinado "ladrones".

"Es que lo son, estos cojudos", le explica sin poder mascullar su bronca a un oficial del Ejército que lo reconviene.

Estalla un ritmo marcial y luego una salva de aplausos. Morales y García Linera voltean y prorrumpen en palmas. Se trata de un niño, de entre 3 y 5 años, que entusiasta y vestido de militar marcha solemne, talvez a la escolta de su progenitor metido entre los uniformados.

Una mujer, lo más probable, campesina, se ha cargado la guagua a la espalda y también desfila, mientras bambolea a su niño de un lado al otro cosa de mitigar su cansancio.

Poco más atrás resalta la figura escultural de una mujer, citadina ella, de piernas torneadas y largas, glúteos y pechos erguidos y exultantes, un botón por boca, cabello recogido, rostro angulado, ojos redondos y grandes que no precisa marchar para atraer las miradas….de todos.

Van tres horas y media y Morales levanta la mano, se marcha. Va de supervisión a las obras de construcción de tres plazas, la Piscina Olímpica, el Coliseo y un velódromo, que el gobierno nacional financia y que deben estar listas para los Juegos Bolivarianos que se escenificarán en noviembre en Sucre.

Apenas la caravana presidencial cruza la Plaza, un grupo de estudiantes de la Universidad estatal San Francisco de Xavier se sitúa frente al edificio de la Prefectura de Chuquisaca -a escasos 50 metros de la Casa de la Libertad- en cuyo balcón está la prefecta Cuéllar y los líderes de la oposición regional, y la emprenden en una guerra de insultos con los adherentes de Morales que enarbolan decenas de wiphalas.

La fiesta cierra con una cuadrilla de soldados que salvan del apuro a tres de sus camaradas plantados en un coche de asalto, en plena esquina de la Plaza, que lleva emplazada una metralleta en la carrocería y que, pese a los denuedos de sus responsables, ni atrás ni adelante.

Luego los gritos y denuestos contra Morales y, también, contra "estos racistas".

El grito de guerra, eso debe ser, "esto es Sucre, Sucre se respeta, carajo", que vociferan los universitarios, no más de 50, se apaga, la gente se retira y la 25 de Mayo vuelve a disfrutar la paz que reinó en Sucre en esta fiesta patria.

Texto y foto: ABI

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