martes, 8 de diciembre de 2009

Con letra grande y sin memoria chica

Oscar García Duarte
Periódico La Época. Política. 15 de abril de 2007. Pág. A14

En cierta ocasión escuché a Carlos Valverde manifestar su intención de dejar la televisión porque consideraba que esta actividad tenia como factor inherente una excesiva exposición de su figura mediática.

Y tenía toda la razón, porque es innegable que Valverde se encuentra expuesto en la actualidad a sufrir un proceso de desgaste, tanto personal como mediático, que produce un efecto de paulatina crítica de varios periodistas, concluyendo con la réplica de Valverde bajo las características lingüísticas acostumbradas, manuteniéndose un temor latente a criticarle porque en respuesta se reciben insultos, agravios y adjetivos calificativos de toda índole.

Más allá de todo este panorama que ya empieza a aburrir a la población, diremos que también su programa televisivo y PAT se someten al mismo proceso de hastío, pues cotidianamente observamos a un Valverde que haciendo gala de sus actitudes eminentemente histriónicas, gritos innecesarios, aspavientos y de su particular y exquisito vocabulario, mantiene un monólogo cansino con Eddy Luis Franco, quien se limita a asentir con la cabeza las opiniones de Valverde y restringiéndose a legitimar los juicios y prejuicios del "pensador de programa”.

Esta labor periodística "novedosa” de aquel canal, que en su momento se ufanaba de hacer "televisión como la gente", concluye con la permanente actitud pasiva de Franco que indudablemente tiene la tendencia a subestimar su propia capacidad crítica e intelectual, reduciéndolo a convertirse simplemente en un "alter ego" de Valverde.

Ante cualquier tipo de crítica, Valverde reacciona perdiendo el control de sí mismo y expresando inmediatamente su característica vehemencia contra todas las personas que no piensan igual que él, su mecanismo de defensa favorito es que se le critica por el sólo hecho de ser "camba", pero Valverde se equivoca, no es por camba que se le critica, sino exclusivamente por la obsesión sistemática de hablar necedades subjetivas, extralimitándose en sus apreciaciones ególatras que terminan siempre en un periplo donde él tiene la razón y el otro no, y esto provoca que el programa y la imagen de Valverde no sólo se desgasten de manera acelerada, sino que en lugar de madurar y consolidarse como “líder de opinión” a nivel nacional, tan sólo consiga un envejecimiento prematuro.

Jefe de Inteligencia

Pero Valverde se expone más aún, a partir de su soberbia sin límites y en medio de un país acostumbrado a tener una memoria corta o muy chica, nos obliga y nos presiona para retrotraernos en el tiempo, hacia el gobierno de Jaime Paz Zamora, uno de los más nefastos y corruptos que existieron en democracia, cuando el estratega del MIR. Oscar Eid Franco, se vio involucrado en los "narcovínculos" y posteriormente fue condenado a cuatro años de prisión.

En ese gobierno el Ministerio del Interior estaba a cargo de Guillermo Capobianco (al que despojaron de visa a Estados Unidos por los mismos motivos que a Paz Zamora. Susana Seleme y Oscar Eid), seguido por el subsecretario de Justicia Roger Pando (componente de la "Banda de los cuatro”) y como subsecretario de Migración a José Luis Paredes (involucrado en el caso de los pasaportes chinos).

En medio de toda esta estructura mirista compuesta por diáconos del sacerdocio de la corrupción, Carlos Valverde, el actual "líder de opinión", se desempeñaba como Jefe de Inteligencia del Ministerio del Interior.

Antes de continuar, debo manifestar mi total desacuerdo con cualquier tipo de lucha política basada en la violencia, la guerrilla, el terrorismo o el secuestro, porque estoy convencido que ninguna de ellas son el camino exitoso a la revolución, la historia boliviana del siglo XX así lo demuestra fehacientemente.

Secuestro de Lonsdale

Pero volviendo al tema, el 11 de junio de 1990, el empresario Jorge Lonsdale fue secuestrado y cuatro meses después se anunciaba que el autor de este hecho era el grupo insurgente Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ), que exigía dos millones y medio de dólares a cambio de la liberación de Lonsdale.

Y aquí entran en escena acontecimientos políticos tétricos, donde los actores se desenvuelven en la bruma de la historia, dejando tan sólo rastros sórdidos de su accionar, hasta ahora protegidos por una impunidad inexplicable y donde Carlos Valverde desempeñaría un rol preponderante como Jefe de Inteligencia del Ministerio del Interior.

En todo el proceso de captura de la CNPZ se puso en funcionamiento el aparato represivo del Estado a cargo del Ministerio del Interior y de su Departamentó de Inteligencia al frente de Carlos Valverde.

El equipo de la Policía Nacional estaba conformado por su comandante, el Gral. Felipe Carvajal (posteriormente destituido en medio de un gran escándalo de corrupción), quien tenía bajo su mando como Jefe de Inteligencia al Cnl. Germán Linares (involucrado en el asesinato del esposo de Loyola Guzmán y en el secuestro de Hernán Siles Zuazo durante la UDP).

Apoyando esta tarea se encontraba un selecto grupo de asesores extranjeros, norteamericanos, franceses y españoles dentro de este último se destacaba Rafael Maza, miembro de la GAL (grupo terrorista de extrema derecha) acusado del asesinato del dirigente Santiago Brouard en 1984, cuando era diputado del partido político vasco Herri Batasuna, por entonces ya legal en España.

Previo al exterminio del grupo CNPZ, se realiza una serie de capturas de sus miembros, lo cuales fueron sometidos a un variedad de torturas que iban desde la “picana eléctrica" (electricidad en los testículos) hasta el "submarino" (inmersión de la cabeza en agua helada hasta casi perder el conocimiento) finalizando en los golpes que provoca han el desmayo, hechos que fueron posteriormente denunciados públicamente por la APDHB, mediante Rolando Villena y Waldo Albarracín.

El 5 de diciembre de 1990, a las 6:45 am, los organismo de seguridad del Estado irrumpieron violentamente en el domicilio de la calle Abdón Saavedra N° 2035 B, donde se encontraban los miembros de la CNPZ y Jorge Lonsdale, éste fallece en una situación por demás confusa y contradictoria, mientras que el grupo insurgente sufre tres bajas: su líder Miguel Nothdurfter, seguido por Luis Caballero Inclán y Oswaldo Espinoza.

El operativo se realizó dentro de un evidente exceso en el uso de la violencia, pues varios testigos oculares relataron a todos los medios de comunicación que los tres miembros de la CNPZ fueron capturados, maniatados y conducidos hacia un tejado vecino, donde se los ametralló a mansalva cuando ya se habían rendido ante sus captores.

Este acontecimiento, fue filmado íntegramente por el canal RTP y el video decomisado violentamente por orden del Departamento de Inteligencia del Ministerio del Interior. El ahora "periodista", que defiende a ultranza la libertad de prensa, conculcó flagrantemente la misma en 1990. El entonces ministro del Interior, Guillermo Capobianco, justificó este hecho debido a "normas de seguridad del Estado", evitando el conocimiento público de un registro audiovisual que mostraba claramente un asesinato a sangre fría.

Pero la historia siniestra continúa, posteriormente a la desarticulación de la CNPZ se encontró un cadáver en las inmediaciones de la avenida del Poeta, con innegables signos de haber sido torturado salvajemente.

Se trataba de otro miembro de la CNPZ, Alejandro Escobar Gutiérrez, quien habría delatado la ubicación donde se encontraba el grupo insurgente. Los medios de comunicación (Ultima Hora) indicaban que fuentes policiales consultadas atribuían la autoría de las torturas y asesinato de Escobar a un coronel de Policía cuyo nombre no podían revelar por temor a las represalias.

Cabe entonces preguntar a Valverde ¿quién fue el coronel que torturó personalmente a Alejandro Escobar con golpes de cachiporra, quemaduras de cigarrillo, se dedicó minuciosamente a perforarlo en vida con un taladro eléctrico y finalmente lo asesinó con tres disparos? Lo más probable es que esta pregunta jamás encuentra una respuesta, como no hubo respuestas a los innumerables cuestionamientos y peticiones de informe que desde diciembre de 1990 y todo el año 1991 solicitaron ante la Cámara de Diputados la APDHB, mediante Waldo Albarracín, con el apoyo de los congresistas Rafael Puente, Gonzalo Ruiz, Filemón Escobar y Gregorio Lanza, éste último ofreciéndose como intermediario para evitar la masacre de la calle Abdón Saavedra, recibiendo una negativa del Ministerio del Interior.

Ahora bien, Valverde puede argumentar que no estaba directamente involucrado en toda la acción represiva de ese entonces, que su labor se restringía solamente a un asesoramiento "técnico" en los niveles de inteligencia del Estado, etc., argumentos totalmente irrisorios, pues el cargo que desempeñaba era absolutamente estratégico en la planificación y ejecución de las acciones a seguir, y la hipótesis de haber trabajado tímidamente en las sombras y que no estaba comprometido directamente con las decisiones tomadas o que ignoraba los actos de tortura, implica directamente subestimar la inteligencia de los ciudadanos, una fuga de la realidad, una reticencia para asumir su responsabilidad política en los acontecimientos del caso CNPZ y una deslealtad frente a sus propios compañeros del MIR que lo cobijaron en su momento. Si Valverde no estaba de acuerdo con toda esa barbarie ¿por qué no renunció oportunamente y de manera pública?

A la luz de los acontecimientos mencionados, Valverde puede decidir por lo más inteligente y prudente que es guardar silencio o por lo más torpe y pueril, atacarme con los ya conocidos adjetivos calificativos.

Estoy seguro que optará por lo último, debido a su ego y soberbia que exceden su racionalidad y por su psicología eminentemente represiva y por su violencia política contenida, se verá impulsado y condicionado indefectiblemente a obrar de esa manera.

Finalmente, me tiene sin cuidado que me insulte o me acuse de ser un desconocido, como acostumbra a descalificar a personas que lo cuestionan.

Si para ser conocido es necesario ser Jefe de Inteligencia de un gobierno corrupto, cleptocrático, con reos por narcotráfico, con asesinos y torturadores sicópatas y violar sistemáticamente los derechos humanos y después olvidarme de todo para tratar de convertirme vanamente en "líder de opinión", denigrando a todos los que piensan diferente, entonces prefiero definitivamente ser un desconocido. Porque sencillamente considero que lo preponderante no es que me conozcan, sino que lo más importante es que la población conozca a los periodistas impostores y a los represores olvidadizos en su real dimensión, más aun cuando el principal de ellos llega a ser como dijo muy bien Raúl Peñaranda tan sólo un "animador" de televisión.

Quiero aclarar que el único motivo que me impulsa a escribir esta líneas es que, al igual que mi persona, mucha gente ya no puede permitir que personajes que no se caracterizan necesariamente por su transparencia política, hagan gala de una soberbia sistemática descalificando impunemente a ciudadanos que no tienen la posibilidad de expresarse mediáticamente y fundamentalmente, porque aún habemos bolivianos con memoria. Por tanto, a raíz de los acontecimientos de diciembre de 1990 y antes de continuar con su tarea de inquisidor de pantalla y vociferar e insultar a todos, Valverde debería aclarar su participación real en esos pasajes oscuros de un episodio político que todos quisiéramos olvidar pero que lamentablemente se encuentra grabado indeleblemente en la historia de Bolivia.

Foto: ernestojustiniano

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger