viernes, 9 de octubre de 2009

Por un sol que renace cada 9 de octubre en la Higuera


Las leyendas están habitadas por héroes, seres casi mitológicos que realizaron hazañas tales que quedaron en la memoria de los hombres, aunque el tiempo y la imaginación las fueron transformando, haciéndolas mas espectaculares e incluso sobrenaturales. Ellos forman parte de los sueños de nuestra especie, quizás una las mejores cualidades del hombre. En los héroes se reúnen aquellas cualidades mas admiradas por los humanos, como son la honradez, el valor, la audacia, la constancia, la fé, la fidelidad y el amor. Casi siempre han de sufrir grandes tormentos y vencer pruebas para demostrar su valía; enfrentan dragones, leones ó hidras a pecho descubierto y espada en mano; cargan contra gigantes de diez brazos aunque algunos ciegos solo vean molinos; muchas veces son víctimas de la envidia, la incomprensión ó la ignorancia; las mujeres los aman, pero casi nunca son capaces de seguirlos, como lo hizo aquella Manuela, legendaria compañera del Libertador de América; suele pasar al revés con las heroínas: casi nunca los hombres aceptan esa condición en una mujer; por ello no hubo un paladín que rescatara a la doncella de Orleáns del fuego de sus verdugos. Su imagen es siempre juvenil, pues su cita con la muerte casi nunca es en la senectud. Pero muchas veces esos escasos años son mas intensos que la mas prolongada existencia, y una vez muertos físicamente, los latidos de sus corazones retumban en miles o millones de pechos, que se inflaman ante sus imágenes ó al escuchar los versos en los poetas dibujan sus hazañas. Nuestra América, entre sus riquezas y sus pobrezas, ha tenido también varios de esos hombres que trasmutaron la vida real por la de las leyendas; la imaginación encendida de la amazónica confluencia de sangres que han conformado los pueblos latinoamericanos ha sido fertilizada por las epopeyas de Miranda, Bolívar, San Martín, Hidalgo, Morelos, Martí, Maceo, Máximo Gómez, Zapata y otros muchos. En el corazón de América del Sur, cerca del centro de la colosal cordillera de los Andes, en un pequeño poblado boliviano, los asesinos, obedeciendo las instrucciones de sus amos imperiales, apagaron el corazón de uno de estos seres excepcionales. Temían presentarlo como un prisionero, y que en un juicio los convirtiera en acusados. Ocultaron su cuerpo, para que no pudiera servir de monumento. Pero nunca pensaron que su imagen y su leyenda alcanzarían una dimensión tan grande, que a pesar de mas de cuatro décadas de muerte, de infamias bien pagadas y de toneladas de artículos, escritos, libros y cuanta cosa han podido imaginar las ponzoñosas y febriles mentes de los genuflexos asalariados del Imperio para denigrarlo, es cada día mas venerado y admirado por los jóvenes y las personas justas de todo el planeta; su leyenda perdurará cuando no sean mas que polvo los huesos de los mas lejanos descendientes de aquellos que hoy tratan de manchar su imagen de gigante. Hoy, como cada día, sus palabras y su ejemplo son bandera para los que luchan por un mejor destino, y sienten en su mejilla y en su corazón la afrenta de una injusticia, sea cual sea el lugar del planeta ó quienquiera que sea aquel que la sufre. Porque en la boina guerrillera que orla su frente reluce, con nítida luz que no puede ser ocultada, “la Estrella que Ilumina y Mata”.

Texto y foto: kaosenlared

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