miércoles, 24 de febrero de 2010

El carnaval en Mojos


Ismael Guzmán

Una de las peculiaridades de la región de Mojos es lo nutrido de su calendario festivo institucionalizado en torno al rol de reproducción cultural que ejerce el Cabildo Indigenal (una institución tradicional de los pueblos indígenas de la región). Para dar una idea de la dimensión cultural del Gran Cabildo Indigenal de San Ignacio de Mojos, esta institución indígena tiene bajo su responsabilidad la organización de al menos 16 festividades establecidas en su calendario anual, este conjunto de festividades demanda de parte de los miembros, un total de 235 días en preparativos u organización, además de otros 20 días correspondiente a la realización misma de dichas fiestas, lo que representa en total el 70% de los días del año.

Un rasgo llamativo de este nutrido calendario festivo, es su fuerte arraigo a referentes religiosos de la fe cristiana, pero al mismo tiempo ello refuerza una identidad que recrea y reconfigura la memoria larga de los pueblos de Mojos a través de simbologías que remiten a épocas ancestrales y rememoran su vínculo esencial con la naturaleza y la compleja espiritualidad desarrollada a través de un fuerte componente mítico-religioso. Estos rasgos están expresados en la variedad de danzas que poseen y se manifiestan con mayor nitidez en la Gran Fiesta de San Ignacio de Mojos el 31 de julio de cada año.

Pero al mismo tiempo, esta vocación festiva de los pueblos de Mojos y su directa relación con el calendario religioso católico, marca fronteras más o menos diferenciadas con festividades del sector social blanco-mestizo, resultado de estas fronteras es por ejemplo la relativa indiferencia que asume la población indígena de la zona ante un acontecimiento tan absorbente como es el carnaval. Las autoridades del Gran Cabildo Indigenal, en esta fecha a lo más realizan una reunión muy discreta, recluidos en su sede y comparten chicha (bebida tradicional del lugar preparada de maíz) acompañados de los macheteros (componente de una danza típica en la región). Cuan diferente es una celebración festiva propiamente dicha organizada por esta institución tradicional indígena, donde se desborda por las calles de San Ignacio de Mojos expresiones de danza, música, indumentaria típica, tradición, simbología, alegría y fe.

En las comunidades indígenas de Mojos tal situación de indiferencia es aún más evidente, puesto que el carnaval pasa prácticamente desapercibido, excepto por la bebida que se comparte en el carnavalito. Actitud que connota la diferenciación étnica en las preferencias y tradición lúdica.

Quizá un punto que impide la apropiación de la fiesta del carnaval como parte del calendario festivo indígena en la zona, sea la carencia del sentido de circulación del don en esta festividad: las festividades indígenas están nutridas de este sentido del compartir una parte de lo que se tiene para fortalecer los patrones comunitarios, en cambio el carnaval enfatiza el sentido de la ostentación y de fijación de la persona en función a la diferenciación social.

Situación distinta es la actitud de la población blanca-mestiza de Mojos respecto a la festividad del carnaval, donde grupos estratificados por edades forman comparsas al estilo típicamente cruceño, bailan por las calles y aprovisionados de sus respectivas reinas y uniformes participan en la entrada del carnaval. Este evento no solo representa un espacio de expresión de alegría, sino también un medio de ostentación económica en una dimensión implícita de expresión de las diferenciaciones sociales existentes.

Este último hecho se expresa aún más claramente en las fiestas nocturnas organizadas según la solvencia económica de los participantes. El club social, como espacio vital de los grupos de poder económico, en esta fecha como en otras tantas, marca las diferencias sociales que para el caso particular de Mojos son las mismas diferencias de carácter étnico (un indígena para ingresar al Club Social tendría que proveerse de indumentaria no indígena y para ello carece de recursos económicos).

Sin embargo el carnaval es también un evento que permite relaciones de interculturalidad, especialmente entre población blanca-mestiza beniana y población andina o de valles que radican en el lugar. Esto porque hay gente de origen quechua o aymara que participa de manera activa en las comparsas del lugar, así como también este mismo grupo social presenta manifestaciones carnavaleras propias de la tradición andina como la tarqueada en el martes de Ch’alla, donde se acoge la participación de gente oriunda del lugar, aunque en número poco significativo; de la misma manera que se apertura la participación en el corso.

Texto: CIPCANOTAS
Foto: La Prensa

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