miércoles, 24 de marzo de 2010

Lila Downs, mestizaje y raíces profundas


Javi Álvarez

Un pequeño círculo de luz ilumina un arpa que unas manos comienzan a tocar. Son los primeros compases de La iguana, canción con la que Lila Downs arranca el concierto para el público de Leganés. Los dedos se aceleran entre las cuerdas del arpa y surge del fondo una voz perfecta. Lila Downs sale al escenario bailando, girando su cuerpo con los movimientos cortantes del reptil y el auditorio la recibe con fuertes aplausos. Somos gente entregada, que, desde que la conocimos, tras cada concierto suyo sólo pensamos en el siguiente. Nos ganó por su voz, su eterno movimiento inquieto sobre el escenario y su música que celebra la vida y se preocupa por el ser humano.

Agua de rosas le sirve para recordar a las mujeres curanderas del mundo, pues su voz contestataria es de bandera de muchas cuestiones, como ocurre con Ojo de culebra sobre las cadenas que se cargan y se penan, o con La línea para recoger las historias de los que dejan todo atrás para cruzar una frontera en busca de trabajo. Todas ellas sonaron en el concierto, donde tampoco faltó Justicia que se está convirtiendo en un himno de memoria y verdad. Ni su excelente versión de La cucaracha para la que ha construido una potente letra de denuncia social hacia los derroteros que están tomando las clases políticas, donde sus intereses han dejado de ser los mismos que los de sus votantes.

A la voz de Lila Downs en directo se suma una gran banda. Ellos son La Misteriosa, siete músicos de nacionalidades muy diferentes y que aportan una gran combinación de sonidos y ritmos. Ellos son Paul Cohen (Saxofón y clarinete), Celso Duarte (Arpa, charanga y violín), Rob Curto (Acordeón), Rafa Gomez (Guitarras), Yayo Serka (Batería), Samuel Torres (Percusión) y Carlos Henderson (Bajo).

El pretexto de su nuevo disco Lila Downs y La Misteriosa en París. Live a FIP le sirve para iniciar una gira que revisa su historia musical. En este repaso el amor a su tierra se respira y lo desgrana en canciones como La cumbia del mole y El corrido de tacha con todo el público puesto en pie y bailando. No olvida su tradición y suena entonces La llorona, La martiniana, La sandunga y Cucurrucucu Paloma. Son pequeñas historias que interpretadas por ella estremecen aún más si cabe. Y surge otro momento mágico cuando coge la guitarra para interpretar una Paloma negra llena de sentimiento a flor de piel. Escuchándola uno entiende que Chavela Vargas dijera en su concierto de despedida en la ciudad de México: "Yo ya me voy porque los años pasan, pero viene en lugar mío una señora llamada Lila Downs".

Es su voz envolvente la que arropa al público. Su timbre dulce crece y de su garganta van saliendo sonidos que no resultan humanos. Se cruza su voz con el arpa y parecen un mismo instrumento. Canta Los pollos como divertimento contagioso para que el público cacaree. Tampoco faltan El relámpago, Arenita azul y Vámonos, una historia de un amor entre personas de distinta condición social que hoy mismo no deja de ser un asunto pendiente de solucionar en muchas culturas.

El concierto también presenta una parte romántica con la hermosa canción de Lucinda Williams Yo envidio el viento que podría ser banda sonora de cualquier instante de una pareja enamorada. Quizá la parte más emotiva surge con el recuerdo que rinde a la gran Mercedes Sosa al cantar Tierra de luz, canción que en su anterior disco interpretaban a dúo.

Hace años que me enamoré de esta mujer, no hay otra voz como la suya. Durante todo el concierto desprende una energía inaudita para una jovencita que en septiembre cumplirá 42 años. No para de moverse, bailando, encaramándose a todo lugar elevado que encuentra, brincando… Sorprende su capacidad de irradiar alegría, de contagiar una felicidad necesaria para los que allí nos juntamos a escucharla. Se recibe mucho en sus conciertos, pues son emoción en estado puro. Hasta el año que viene, Lila.

A modo de pequeño anecdotario: Lila Downs sobre un escenario es un revoltijo de raíces, mestizaje, movimientos, buena música, voz impresionante. No es extraño, esta mezcolanza cultural la ha mamado desde niña. Su madre es la cantante de cabaret Anita Sánchez y su padre Allen Downs, un profesor de cinematografía estadounidense de Minnesota. Ha vivido tanto en México como en Estado Unidos. Se graduó en Minnesota como licenciada en antropología. Al terminar sus estudios regresó a México donde comenzó a cantar en varios clubs de Oaxaca. Luego, con la ayuda del saxofonista Paul Cohen debutó en Philadelphia y comenzó a editar sus discos. Lila Downs se casó con Paul Cohen y este se incorporó a la banda tocando el saxofón y el clarinete además de ser el director artístico.

Si musicalmente consiguió con One blood/Una Sangre el Grammy al mejor álbum latino de 2005, con su disco Ojo de Culebra ha conseguido una nueva nominación a los Premios Grammy.

En lo cinematográfico, ha participado en las bandas sonoras de Frida (con la que consiguió una nominación a los Oscars para la canción Burn it blue), Las mujeres reales tienen curvas y Tortilla Soup. En la película Fados de Carlos Saura canta en portugués Foi na travessa da palha.

Lila Downs también muestra un lado reivindicativo de causas sociales, se encargó de representar a México con Salma Hayek en la campaña de la fundación One Drop para preservar el agua. En sus conciertos reivindica las raíces de los pueblos indígenas mexicanos así como de las músicas regionales de México, en especial de Oaxaca.

Texto: La República
Imagen: topticketline.es

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