lunes, 22 de marzo de 2010

Luis Espinal, inmerso en el pueblo


Luis Espinal está arraigado en Bolivia y su apasionado amor por la justicia social que lo llevó hasta las últimas consecuencias, siendo asesinado el 22 de marzo de 1980, en vísperas del golpe de Estado de García Meza. Sin embargo, este sacerdote jesuíta “inmerso en el pueblo”, no fue simplemente un tenaz reivindicador de los derechos humanos, que tan pisoteados estaban en aquellos tiempos por las constantes dictaduras militares, sino un religioso revolucionario plenamente conciente de las dimensiones que abarcaba la lucha de clases y los peligros del imperialismo estadounidense.

Un hombre de Dios y del pueblo

Nacido en España en 1932, Luis Espinal llega a Bolivia en 1968 en medio de un clima político alborotado por los golpes de Estado militares que se suceden con aturdidora frecuencia y que deteriorarán aún más las condiciones de vida del pueblo boliviano. Con su intensa sensibilidad para identificarse con los más oprimidos y su trabajo periodístico a través de diversos medios de comunicación, Espinal asume una permanente crítica a los gobiernos de facto, pese a los consecuentes despidos y censuras.

En 1972, durante la dictadura de Hugo Banzer Suárez, Espinal expresa durante una de sus homilías por el año nuevo: “Deseamos a la patria un año sin pena de muerte, con universidades funcionando normalmente, sin campos de concentración, sin terrorismo, ni detenciones (...) un año sin masacres de San Juan, ni de ningún otro santo (...) un año, en fin, de vacaciones para la policía y para la represión”.

Pero sus comentarios contra la dictadura banzerista no se quedan como simples deseos o denuncias sino que se convierten en abiertas exhortaciones al pueblo para buscar justicia. Durante una transmisión en Radio FIDES, Espinal propone: “A toda realidad política nueva hay que emplazarla no sólo ante el tribunal de Dios y de la Historia, porque estos tribunales están demasiado lejos y demasiado arriba. También hay que emplazarla ante el tribunal del sentir popular de hoy y de ahora”.

Sus manifestaciones contra aquel largo gobierno militar de la década de los 70 no son pronunciadas descuidadamente, no ignoran las posibles consecuencias que pueden ir más allá del despido injustificado o la censura. Ante la noticia de un compañero sacerdote arrestado por expresarse contra el despiadado régimen, aclara: “Aunque nos unan especiales lazos fraternales con el sacerdote detenido, pensamos que está bien que los otros religiosos sufran lo mismo que otros ciudadanos, con allanamientos y detenciones inmotivadas”.

Aquel comentario acerca de su compañero detenido es consecuente con otro de los elementos troncales del pensamiento de Luis Espinal que pregona una iglesia “sin silencios culpables”. Una de sus oraciones dice: “Que nunca tu Iglesia sea Iglesia del silencio (...) que pregone libremente, sin reticencias ni cobardías. Que no calle nunca, ni ante el guante blanco, ni ante las armas”.

“Cuando una parte del pueblo de Dios está en la cárcel, lo lógico es que también algún sacerdote esté con ellos”, afirma Lucho, como lo llamaban con cariño sus seres queridos. Espinal destacó siempre la importancia de un sacerdocio que no sólo no sea indiferente con los problemas de los oprimidos, sino que sufra con ellos en cualquier circunstancia.

Al demandar una Iglesia que no sea de silencio, Espinal también pedía una iglesia con posiciones definidas, sin diplomacias, incondicional con los explotados. Escribió: “¿Sería tan raro que fuera pobre la Iglesia de Cristo obrero? (...) ¿Quién iba a pensar que los apóstoles acabarían en diplomáticos?”.

Sin ninguna ambigüedad asegura que, “gracias a la Iglesia, hoy se puede ser ateo de buena fe; porque además de luz es humareda”. Ante el silencio casi cómplice de la Iglesia con la dictadura de Banzer: “Por fidelidad a Cristo la Iglesia no puede callar. Una religión que no tenga la valentía de hablar en favor del hombre, tampoco tiene el derecho a hablar en favor de Dios”.

Banzer llega al poder en agosto de 1971 con un golpe de Estado que lo mantendrá en el poder 7 años. Su mandato coincide y forma parte de la operación Cóndor, de la que forman parte los aparatos de inteligencia de Bolivia, Chile, Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay bajo la tutela de la CIA, para perseguir y asesinar a más de 100.000 opositores.

Sin medias tintas, anti imperialista

Todo ese pensamiento que pregona una Iglesia sin claudicaciones a la hora de ponerse al lado de los explotados es congruente y no se refugia en ningún idealismo. Espinal profundiza esa lucha a través de su rol de periodista y sacerdote comprometido con los pobres.

Como director del semanario AQUÍ escribe en uno de sus editoriales: “Para tener un pueblo oprimido se fomenta la mentalidad del oprimido, el periodismo oficialista perpetúa esta función domesticadora haciéndole creer que la historia la hacen los otros, que los importantes son los fantoches oficiales, los aristócratas y los genios”. Concluye la editorial diciendo, “En realidad es el pueblo quien debe ser el principal y único protagonista de la historia”.

Concibe la cultura y el periodismo no solamente como un instrumento de opresión, sino también de liberación. Señaló: “En una sociedad de clases y de explotación como la nuestra, nada se libra de la lucha de clases. Aún los elementos culturales están teñidos con características clasistas (...) y refleja en ella los valores, los gustos y el lenguaje de la clase dominante”.

Sobre su rol liberador dijo: “La clase dominante concibe la cultura como prestigio, como adorno o pasatiempo. En cambio, para el pueblo, es útil, un instrumento y un arma de combate”.

Explica la posición del semanario Aquí que no debe prestar atención a las criticas que otros medios y autoridades: Subrayó “A la retórica de ellos, y a la “diplomacia” burguesa, le oponemos un lenguaje directo y tajante (...) Ellos se podrán permitir el lujo de hablar entre líneas, o decir las cosas hipócritamente, pero el pueblo tiene urgencias básicas, y no se puede andar con remilgos”.

La primera edición del semanario AQUÍ es clara a pesar de estar en tiempos de dictadura. En la primera página, bajo el título “El por que de un nombre”, destacó “AQUÍ, quiere ser una afirmación contra los espejismos de la fuga hacia el exterior, los becados que no vuelven, los capitales en los bancos suizos, los modelos de consumo norteamericanos, NUESTRA TAREA ESTA AQUÍ. Por esto, AQUÍ, es una afirmación anti-imperialista”.

La lucha de clases y su papel son claramente identificados por Luis Espinal, en cualquiera de sus facetas, desde la de cineasta hasta la de sacerdote, y por ello, en una carta a su hermana escribe: “Querida María Salud: Tu oficio y el mío son bastante diferentes. Por eso mismo tenemos que unir nuestros esfuerzos, para que mi trabajo siga siendo sacerdotal en tanto que tu oración no quede idealista".

Texto y foto: La Mala Palabra

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