Andrés Gómez V.
En el MAS, dicen que es invencible. En la oposición, no hay ánimos ni líderes. Unos viven más en la apariencia y otros menos en la realidad. Ambos son poco amigos de la razón y muy afines a la emoción. Ambos viven en un escenario apologético y olvidan que ahora la política es una ciencia y como tal debe ser estudiada y aplicada.
En el MAS, dicen que es invencible. En la oposición, no hay ánimos ni líderes. Unos viven más en la apariencia y otros menos en la realidad. Ambos son poco amigos de la razón y muy afines a la emoción. Ambos viven en un escenario apologético y olvidan que ahora la política es una ciencia y como tal debe ser estudiada y aplicada.
La apariencia dice que Morales es invencible, la realidad depara otra cosa. La realidad dice que Evo es el mensaje y el medio a la vez, por tanto no tiene mensaje, él es el mensaje por su condición indígena y por haber creado su propia lengua: el evoñol. La oposición teme a la apariencia porque su realidad es triste y desolada; se aterroriza ante el evoñol, porque parte de la realidad y lo conduce a un mundo de apariencias, hasta encadenarlo otra vez en la caverna de platón; teme el evoñol sin saber que la nueva lengua no requiere adversarios porque su peor enemigo es su propio creador, quien cada vez que malversa una palabra se asfixia en su propio mundo de apariencias.
Evo es un accidente de la historia (una circunstancia en términos marxistas), es la consecuencia de personas como el pensador Fausto Reynaga, a quien quizás ni conoce muy bien o no se lo han presentado; Constantino Lima, uno de los primeros candidatos indígenas; Genaro Flores, gran luchador demócrata; Marcial Fabricano, quien marchó con dignidad por tierra y territorio en la década del 90, pero nunca pudo superar su colonización mental, y cayó otra vez en la finca partidaria de un capitán; Carlos Palenque, que despertó la confianza de una parte del electorado en el cholo, pero pronto los decepcionó; Víctor Hugo Cárdenas, primer vicepresidente indígena que desentumeció la autoestíma de los pueblos indígenas y echó por tierra las visiones arguedianas, pero tocó el poder no como medio de liberación, sino como fin personal, lo que le aseguró una larga pega de pongo pseudo-intelectual; Felipe Quispe, que desbrozó intelectual y militarmente la posibilidad de los indígenas de acceder al poder, que si no hubiera sido su excesivo pragmatismo político (como el “duchazo” que se pegó con un ministro mirista), él hubiera estado sentado en Palacio con todas las glorias y méritos que cosechó. Evo es el mensaje y el medio a la vez, no tiene mensaje, no trajo nuevas ideas, ni revolucionó la filosofía política indígena, por esa razón cuando se topó con el segundo lugar en las elecciones generales de 2002 no sabía qué hacer con el poder que estaba a metros de su alcance. Esta es la realidad, la apariencia fabrica el mito.
Evo se benefició del voto venganza y del voto confianza. Recuerdo aquella tarde de mayo de 2002 en una de las aulas de la Universidad Mayor de San Andrés, cuando, en contra-ruta, sostenía, como expositor heterodoxo en contra de todos los invitados, que la candidatura de Evo Morales iba a dar una gran sorpresa. La tesis era simple, gran parte del electorado estaba cansada de la democracia prebendal, plutocrática, oligárquica y nepotista; y buscaba nuevas opciones, que en ese momento, al igual que ahora, pero en sentido inverso, no tenía líderes. Entonces, se tropezaron con Evo Morales, a quien le concedieron una confianza limitada: fiscalizar el poder con una buena bancada parlamentaria. Evo servía para vigilar a los poderosos, pero no para gobernar. Otro grupo de electores, muy numeroso, optó por el camino de la venganza con un razonamiento malagüero: “ok, le daremos el voto a este bloqueador profesional, a ver si así se acaban los bloqueos y veamos cuánto puede hacer en el gobierno, tanto que critica y critica”. Este fenómeno se reprodujo al cubo en las elecciones de 2005, con los resultados que rebasaron todos los cálculos. Los vengativos no esperaban que Evo iba a hacer un buen gobierno (apariencia) y los del voto confianza se equivocaron al creer que sólo iba a servir para vigilar el poder y no para gobernar (realidad).
En teoría política hallar las causas es fundamental para encontrar las posibles salidas. La dialéctica enseña que cada fenómeno engendra su contrario. Gonzalo Sánchez de Lozada, su yerno, su hija, sus exitosas empresas mineras, su Víctor Hugo, su Capitán y de éste su Joaquino; Hugo Banzer, su yerno, sus hijas, su esposa, su Tuto, sus terratenientes; Jaime Paz, sus narcovínculos, sus cardenales, su diplomacia de la coca, su visa denegada, su Embajada, su Samuel, engendraron el fenómeno Evo Morales. Ellos son los culpables, esa es la realidad, lo demás es apariencia. En política, la causa de un fenómeno no puede ser a la vez el antídoto. Si ellos fueron la causa, difícilmente pueden ser el efecto del efecto.
La realidad está clara, el adversario de Evo Morales debe ser un cero kilómetros en materia política y si tiene algún kilometraje, al menos que no haya sido acunado por los culpables del fenómeno Evo; su origen es lo de menos, lo que importa es su mensaje, que parta de la realidad cotidiana de las personas y se traduzca en un pensamiento mestizo destinado a construir una sociedad con buenos niveles de vida reales y no sostenido en bonos falaces.
Eficaz. Pues, el gran problema del MAS es su carencia de calidad en la administración de la cosa pública, pues se ha convertido en un reproductor de los males neoliberales, a tal extremo que multiplicó el bonosol gonista, producto de la capitalización, en bonos de todo tipo, producto del eufemismo de la nacionalización.
Un líder y no un caudillo, cuya muerte política arrastre consigo el proceso y a todos quienes se jugaron la vida por el cambio y no por él. Un líder que constituya un verdadero instrumento político, transparente, honesto, que practique incluso la ciberdemocracia, y no un caudillo que está erigiendo peligrosamente una nueva oligarquía: la cocalera. Un líder, alejado de la megalomanía, que lea la historia adecuadamente y sepa, o al menos intuya, que es parte del proceso y no el proceso en sí. Un líder que desprecie a los aduladores y aprecie a los críticos, porque los amigos critican de frente, los enemigos por la espalda, los amigos son incondicionales, los compañeros son la malversación de las glorias instantáneas.
Una persona honesta, sin vínculos empresariales o grandes negocios porque estos generan desconfianza desde los tiempos de Aniceto Arce hasta Sánchez de Lozada (y otros de esta laya) porque asaltan el poder como un fin para lucrar, acumular poder y sembrar el mal vivir de la gran mayoría de la sociedad.
Un hombre o una mujer con decisión de materializar la nueva Constitución Política del Estado en la vida diaria de las personas en lugar de cuestionarla por un capricho ideológico. Pues, casi seguro, salvo que baje de la apariencia del pedestal y vire a la realidad Evo Morales, la nueva Constitución será la tumba política del MAS y su líder porque la gente se cansa de los papeles cuando éstos no terminan de cambiar sus vidas.
En definitiva, Morales es derrotable desde el momento que es mensaje y medio a la vez. Mensaje por su condición de indígena, medio por su probada honestidad, al menos hasta el momento. Es derrotable porque nuestra democracia ya tiene cuarto de siglo y necesita estadistas, ya no caudillos. Requiere líderes con un mensaje que vaya más allá de su condición social o étnica y traduzca la democracia en casa y no termine en los “satucos” o los cocaleros ¿Dónde está ese líder o lidereza? Está en el mundo real, en alguna ciudad (tan menospreciada por algunos masistas), en algún hogar boliviano, sólo falta descubrirlo.
Texto: Blog Omar Quiroga
Foto: sonandolarevolucion.wordpress.com
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