La hoja de coca se ha usado con muchos fines, cada uno de ellos al servicio de distintos intereses y agendas. Su nombre se ha visto incluso apropiado por un fabricante de refrescos, que sin embargo aún no quiere reconocer que utiliza esta planta para producir su "oro negro". La prensa de todo el mundo emplea a diario la palabra coca en sus titulares cuando se refiere, en realidad, a la cocaína, señala el informe "Los mitos de la coca" del Transnational Institute (TNI) publicado en junio de 2009.
Es poco probable que la mayoría de países cuestione que la coca forma parte de la identidad y la historia de la región andino-amazónica, pero la posible eliminación de la hoja de coca del sistema internacional de fiscalización se sigue topando con un escepticismo considerable.
El debate lleva demasiado tiempo estancado en el punto muerto en que se encuentra ahora y, en algún momento de un futuro no muy lejano, se deberán tomar decisiones políticas sobre el destino y la situación jurídica de la coca. Especialmente porque un país (Bolivia) ha anunciado recientemente que emprenderá los pasos necesarios para deshacer el error histórico de incluir la hoja de coca en la Convención de 1961, señala la investigación del TNI.
A continuación, un resumen del informe.
Los mitos de la coca
Son muchos los mitos en torno a la hoja de coca. Los polémicos debates sobre esta planta expresan visiones y opiniones radicalmente enfrentadas, y aquellos que no están familiarizados con el tema se pierden con facilidad en el laberinto de aparentes contradicciones. El debate está politizado y se ha convertido en objeto de posicionamientos ideológicos extremos. Para algunos, la hoja de coca es tan adictiva como su derivado más conocido, la cocaína; otros sostienen que puede curar la mitad de las enfermedades de los tiempos modernos. Para algunos, el cultivo de coca es la principal causa de la degradación ambiental de ciertas zonas; mientras otros afirman que la coca ayuda a proteger el suelo e impide su erosión.
Al identificar los mitos por parejas, en que cada uno representa el extremo de un determinado tema de debate, nuestro objetivo es apuntar al punto medio del que puede surgir un nuevo consenso de base empírica con respecto a las indiscutibles propiedades estimulantes, nutritivas y terapéuticas de la coca. Consideramos a continuación cinco áreas polémicas: coca y nutrición; coca y alcaloides; coca y adicción; coca y ambiente; y coca y sociedad.
Mito 1: Coca y alimentación
El consumo de coca es sintomático de hambre y desnutrición / La coca es una solución al problema mundial del hambre.
Mientras para algunos, "el uso de la coca es sintomático de hambre y desnutrición", otros, por el contrario, ven "la coca como una solución a los problemas de hambre en el mundo". Los observadores poco perspicaces tienden a confundir desde hace tiempo el consumo de coca con una dieta inadecuada y, por lo tanto, a sostener que la coca es responsable, en cierta medida, de la desnutrición entre la población andina.
En el extremo opuesto, sin embargo, se encuentra un grupo de presión que cada vez se hace oír más que defiende el consumo de coca no tanto como estimulante, sino como un complemento alimenticio y, en ocasiones, realiza afirmaciones desmesuradas sobre los beneficios dietéticos de la coca.
El consumo de hojas de coca no es una causa de desnutrición, pero tampoco es la panacea a las carencias nutricionales provocadas por los desequilibrios de los patrones de alimentación modernos. Aunque podría desempeñar un importante papel como complemento alimenticio, lo cierto es que el uso de la coca se ha percibido tradicionalmente no tanto como un sustituto de la alimentación sino como algo que se masca o se bebe después de la comida, con el estómago lleno, es decir, como digestivo a la manera como se toma el té o el café. La principal razón para desestimar la posibilidad de que la coca se vuelva un alimento de importancia es su costo. Aunque, por supuesto, esto no sería un problema para el consumidor urbano relativamente afluente quien es el principal defensor de la coca como alimento, pero pondría indudablemente límites a un potencial rol de la coca para mejorar el estatus nutricional de poblaciones pobres y marginadas.
Mito 2: Coca y alcaloides
La cocaína se puede extraer fácilmente de las hojas de coca / Las hojas de coca no contienen cocaína.
Para algunos, "la cocaína puede extraerse fácilmente de las hojas de coca", mientras para otros, "la hoja de coca no contiene cocaína". Las posturas extremas en este debate tienen una historia aún más larga y con mayor carga ideológica que las encontradas en el de coca y alimentación.
Las burocracias de la fiscalización de estupefacientes citan constantemente la "fácil extracción de la cocaína" como motivo para mantener las hojas de coca sometidas a las listas de control más estrictas; por el otro, los defensores de la coca recurren a fórmulas como "la coca no es cocaína" o "la coca es con respecto a la cocaína lo mismo que la uva con respecto al vino". La analogía con el vino está especialmente fuera de lugar, ya que la fermentación del alcohol a partir de azúcares vegetales naturales no es comparable en modo alguno con la extracción de alcaloides naturales de una fuente vegetal orgánica.
Por un lado, se encuentra la visión tradicional occidental, consagrada en la Convención Única de la ONU, que equipara totalmente coca con cocaína tratándolas de la misma forma. Por el otro, hay una escuela de pensamiento que siempre ha hecho hincapié en las diferencias entre coca y cocaína, y que, a menudo - quizá equivocadamente - ha intentado identificar su distinción básica utilizando la comparación entre un alcaloide y la composición, de mayor complejidad química, de la hoja.
Este hecho ha desembocado en la postura extrema de negar que la coca contenga algo de cocaína y ha socavado gravemente los intentos por entender las verdaderas diferencias entre estas dos sustancias: un único alcaloide con una clara estructura molecular, y una planta con un complejo - y aún poco entendido - conjunto de nutrientes minerales, aceites esenciales y varios componentes con mayores o menores efectos farmacológicos, uno de los cuales resulta ser el alcaloide cocaína.
En la discusión pública sobre estas distintas formas de la sustancia, pocas veces se ha reconocido que la lenta y claramente demostrable asimilación de la cocaína a través de la masticación de la coca proporciona, de hecho, un argumento más sólido para la defensa de esta costumbre tradicional que la idea, científicamente insostenible, de que la coca no contiene o no libera en el organismo humano cocaína.
Mito 3: Coca y adicción
El consumo de coca provoca un tipo de drogodependencia / El consumo de coca cura la dependencia de la cocaína y el crack.
Para algunos, "el uso de la coca produce un tipo de drogodependencia", mientras que para otros, "su consumo cura la dependencia de la cocaína y del crack". Y como anotara irónicamente un experto peruano en 1952, existe una tercera posición, la de los miembros de la ONU que mantienen que aunque no produce adicción debería ser tratada como tal puesto que es un hábito pernicioso. La falta de corroboración científica no impidió que el Comité de Expertos en Farmacodependencia de la OMS dictaminara en dos ocasiones, en 1952 y 1953, que la masticación de coca se debería considerar, efectivamente, como una forma de "cocainismo".
A pesar de ser consumida por millones de personas sin ningún efecto nocivo evidente, la coca fue declarada un estupefaciente altamente adictivo sin usos terapéuticos o industriales conocidos y clasificada en la Lista I de la Convención Única de 1961. Y todo esto, sin que se hubiera efectuado un solo estudio de campo con algún grupo de "adictos" a la coca.
Por lo tanto, es comprensible que los pueblos andinos y amazónicos que consumen coca sientan que han sido ignorados e incluso insultados por la comunidad científica internacional, así como humillados por las burocracias de la ONU que los exhortan, en el inimitable lenguaje de la Convención Única, a abolir lo que dichos pueblos consideran una costumbre saludable y ancestral. Es también significativo que, desde 1953, prácticamente no se haya producido ningún intento para proporcionar una corroboración científica seria a la tesis de la adicción de la coca, ya que hacerlo invitaría casi irremediablemente a concluir lo contrario y, de este modo, las bases de la prohibición internacional de la coca quedarían totalmente minadas.
Un informe inédito de la OMS y el UNICRI sobre la coca y la cocaína, realizado en 1992-94, echó finalmente por tierra lo que quedaba del argumento de la adicción de la coca, y puede que éste haya sido uno de los motivos por los que el embajador estadounidense bloqueó su publicación en la Asamblea Mundial de la Salud.
Respecto al potencial de la coca para curar la adicción a la cocaína y al crack, hay muchos testimonios de ex consumidores de cocaína que dicen haber mejorado con el uso de varias formas de hoja de coca, a menudo un preparado en polvo que se consume fácilmente conocido como mambe en español e ypadú en portugués brasileño. Entre los experimentos sistemáticos a este respecto por parte de médicos se cuentan los proyectos de Theobaldo Llosa (2007) en Lima y Jorge Hurtado (1997) en el hospital psiquiátrico de La Paz. Aunque carecen del conjunto de datos que permitirían construir un argumento científico sólido para este tipo de intervención, los primeros resultados son indudablemente alentadores y anuncian buenos presagios para el futuro.
Mito 4: Coca y ambiente
El cultivo de coca está destruyendo la selva / El cultivo de coca es ideal para las tierras menos fértiles de los trópicos y se cultivará en todos sitios cuando se legalice.
Desde al menos los años ochenta, se ha constatado un esfuerzo sistemático de relacionar el cultivo de coca con una importante degradación ambiental, un fenómeno recientemente bautizado por el Gobierno colombiano como "ecocidio". Por otro lado, otros afirman que la "coca es un cultivo ideal para los suelos pobres de los trópicos".
El impacto del cultivo de la coca en la deforestación de la selva virgen se ha exagerado deliberadamente, con el claro objetivo de conseguir apoyos políticos para las campañas de erradicación. La coca raramente se planta en zonas de bosques vírgenes, ya que éstas exigen un tremendo esfuerzo para despejar el terreno, en el que quedan tocones y troncos de árbol caídos, y eso hace que la recolecta de las hojas sea poco práctica y requiera mucha mano de obra. Los datos de la deforestación, como es de esperar, nunca se han analizado a la luz de qué tipo exacto de vegetación se ha despejado para plantar coca. El cultivo de coca, además, se organiza mejor en unidades familiares que en grandes plantaciones, lo cual produce el efecto de dispersar los cultivos en pequeñas parcelas que no suelen sobrepasar la hectárea.
Por otro lado, hay que destacar - y no cansarse de repetir - que las campañas de erradicación de la coca han exacerbado lo que podría haber sido un fenómeno relativamente contenible y han obligado a los cocaleros a reubicarse, despejar nuevas áreas y dedicarse a prácticas agrícolas cada vez más depredadoras.
Tanto las erradicaciones manuales como las fumigaciones aéreas con glifosato tienen el efecto de desplazar aún más a los productores de coca y sus cultivos, lo cual lleva a ocupar y despejar nuevas zonas. La erradicación forzosa también se traduce en unas prácticas agrarias más depredadoras, ya que se deben asegurar unas cosechas más rápidas antes de que lleguen las fuerzas de la erradicación. Esto conduce a una población excesiva de los campos de coca, el agotamiento del suelo y la necesidad de utilizar cada vez mayores cantidades de fertilizantes y pesticidas. Las fumigaciones con glifosato -el eje central del Plan Colombia- han supuesto el coste ambiental añadido de destruir toda la flora en torno a las zonas de producción de coca, así como una serie de repercusiones para la salud humana.
De otra parte, con miras a neutralizar este "ecocidio", el Gobierno colombiano - con la generosa financiación de los Estados Unidos, la ONU y la Unión Europea - ha puesto en marcha proyectos de desarrollo alternativo cuyas consecuencias, tanto desde el punto de vista social como ambiental, parecen considerablemente más alarmantes que el problema que se supone que deben resolver. En algunas regiones de Colombia, las mega plantaciones - como la de la palma de aceite - se han expandido a costa de la expulsión violenta de cocaleros independientes, un patrón que se repite en muchas otras zonas del país. Estas políticas han generado increíbles niveles de penuria y violencia, así como desplazamiento interno, 'limpieza' social, fragmentación política y contrarreforma agraria.
Mito 5: Coca y sociedad
Los cocaleros deberían ser consideradoscomo traficantes de drogas / Los cocaleros sólo cultivan coca para satisfacer los usos indígenas tradicionales.
Es en el terreno social donde las actitudes en torno a la coca pueden a veces encontrar sus expresiones más intransigentes, con posturas extremas respaldadas por unos prejuicios culturales profundamente arraigados. Algunos dicen que "los campesinos cocaleros deben ser acusados de narcotraficantes", mientras otros afirman que "los campesinos cocaleros cultivan la coca solamente para satisfacer los usos indígenas tradicionales".
Muchas de las primeras condenas del hábito de la coca tenían un claro sesgo racista o etnocéntrico. No es sorprendente, por lo tanto, que el reciente renacimiento del sentimiento nacionalista e indigenista en los Andes haya conducido a una revaloración positiva del uso ancestral de la coca y la lenta difusión de un mejor entendimiento de la planta en nuevos contextos sociales. El objetivo de esta reevaluación de la coca es, evidentemente, distinguir entre el consumo de la hoja y el de su alcaloide refinado y, por tanto, separar el estereotipo del "drogadicto" de la imagen de un masticador de coca tradicional.
Al mismo tiempo, es innegable que los campesinos han utilizado muchas veces el estatus tradicional de la hoja para defender sus cultivos ante la erradicación forzosa, sobre todo en Bolivia y Perú, siendo conscientes de que la mayor parte de su cosecha terminará probablemente en pozas de maceración para la producción de cocaína. El cultivo de coca se defiende con argumentos económicos y culturales. La simple realidad es que aunque los productores preferirían que su cosecha tuviera un mercado internacional legal, la actual demanda de coca sigue respondiendo fundamentalmente a la producción de cocaína.
La coca ha dejado de ser hoy día algo exclusivamente étnico y se está consumiendo en zonas geográficas y entre grupos sociales - estudiantes, trabajadores urbanos, la clase media ‘alternativa' - que, hace sólo una generación, la habrían encontrado inaceptable. En Chile, Paraguay, Ecuador, Venezuela y Brasil - incluso en Europa y Norteamérica - están surgiendo pequeños mercados para los productos de la coca. Así, en lugar de desaparecer, el consumo de coca está experimentando actualmente un renacimiento, en gran medida fuera de los límites de lo que se consideraría "tradicional" en términos puristas.
Esto demuestra lo poco eficaces que han sido las convenciones de la ONU para eliminar el consumo de hoja de coca en Suramérica y lo poco realista que es que la JIFE siga insistiendo en que los Estados miembro sólo autoricen los usos "médicos y científicos". Además, subraya la necesidad de definir el "consumo tradicional" en términos que no sean ni étnicos ni geográficos, sino como cualquier uso de la hoja de coca en formas que no estén sujetas a manipulación química.
Texto: Bolpress
Foto: telecinco.es
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