viernes, 4 de septiembre de 2009

La memoria recuperada del pueblo Cavineño


Hubo un momento en el que Alfredo Tabo Amapo bajó los brazos y le dijo a sus familiares que quería quemar el manuscrito que por más de 20 años fue escribiendo y en el que recogió la historia de su pueblo. El testimonio más completo de los mitos, leyendas y tradiciones de la etnia cavineño tenía como trágico destino las llamas.

Alfredo Tabo no es una persona impulsiva para tomar una decisión tan drástica a la ligera. Todo lo contrario, durante años soportó con paciencia el menosprecio y el desinterés de instituciones y de algunas personas que ningunearon o se burlaron de su idea de publicar un libro con la memoria de sus antepasados, los que tradicionalmente transmitieron su historia de forma oral. El afán por dejar algo escrito también tenía como objetivo contar acerca de los cambios socioculturales que su pueblo vivió desde la llegada de los sacerdotes evangelizadores en la época colonial, hasta nuestros días.

Decepcionado, decidió que esos papeles se perdieran en el olvido antes de que él falleciera o, como el dice, “entregara su alma”. Por suerte ese texto, de más de un centenar de páginas escritas a mano y con dibujos del autor, fue rescatado por los antropólogos Enrique Herrera Sarmientos y Mickaël Brohan, que han editado el libro con el apoyo del Grupo Internacional de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas (Iwgia).

El eco de las voces olvidadas es el título de la publicación que será presentada el 22 de septiembre en Santa Cruz y que ha sido recibida con mucho entusiasmo por los especialistas, ya que no sólo llena un vacío en los estudios sobre este grupo étnico que se desarrolló al noroeste de la región amazónica del país, sino que es una obra pionera al ser “el primer relato personal y, al mismo tiempo, colectivo (autoetnográfico); un testimonio valioso sobre la etnohistoria de una sociedad indígena amazónica del oriente boliviano”, indican los editores.

Una muestra de la expectativa que ha generado el libro fue el viaje que hace dos semanas llevó a Alfredo Tabo a Lima (Perú), invitado por la Universidad de San Marcos, para que cuente detalles de su pueblo y las aspiraciones que tiene con su publicación.

Un libro y muchas historias

Alfredo Tabo tiene 73 años, pero aparenta muchos años menos. Nació en Misión Cavinas. Su padre era cavineño y su madre tacana. Por una beca otorgada por los sacerdotes Mariknoll estudió en la ciudad de Riberalta y realizó distintas labores, desde agricultor hasta chofer de tractores. La llegada de los misioneros del Instituto Lingüístico de Verano en la década de los 70 y su prédica entre los cavineños tuvieron eco en Alfredo, que se convirtió al evangelismo y colaboró con ellos en la elaboración de un diccionario castellano-cavineño y en la traducción de la Biblia a la lengua takana (con k), que es la familia lingüística a la que pertenece el cavineño y otros grupos étnicos, como los araona y esse ejja.

A mediados de los 70, cuando Alfredo colaboraba como traductor de los misioneros evangélicos, se le ocurrió recopilar la historia de su pueblo. “Los extranjeros venían y hacían sus investigaciones, pero nunca nos dejaban por lo menos alguna información. Por eso, nosotros no sabíamos nada de nuestra historia por escrito”, cuenta y agrega que empezó con los recuerdos de su niñez, cuando su padre, que fue cacique en su comunidad, los reunía a él y a sus cuatro hermanos para contarles de sus antepasados y de los enfrentamientos con otros grupos, como los esse ejja y los toromonas. Su abuela, que falleció cuando él tenía apenas diez años, fue otra fuente a la que recurrió. Aún recuerda las historias que ella le contaba. Después se compró una grabadora y fue recogiendo los testimonios de los más ancianos de distintas comunidades.

“En tiempos de lluvia, porque a veces llueve dos o tres días, me ponía a transcribir y a veces dejaba de trabajar en el chaco y me dedicaba a esa labor. Transcribía todo a mano en cuadernos. Primero en cavineño y después lo pasaba al castellano. Cuando se cambió el alfabeto con las últimas modificaciones tuve que rehacer nuevamente esas páginas. Fue otro trabajo adicional”, comenta el autor de El eco de las voces olvidadas.

Además de la recopilación de los testimonios orales fue buscando y reuniendo de fuentes escritas lo que se hablaba acerca de su pueblo y junto a sus propios dibujos agregó algunas fotografías e ilustraciones.

Ese trabajo constante lo realizó por años y, pese a los pedidos que hizo a instituciones y ONG, no pudo conseguir apoyo. “Cuando cumplí los 65 años pude cobrar mi Bonosol y con esa plata me ayudaba”, dice Alfredo, que tuvo que lidiar incluso con actitudes intolerantes, como cuando le ofrecieron encarcelarlo en Riberalta. “En la parroquia pregunté si los cavineños tenían un libro con las partidas de nacimiento y si me lo podían prestar. La secretaria me trajo el material. Quería escribir, pero dije es más rápido si lo grabo. Al otro día volví y cuando había grabado un poquito, entró un sacerdote y me preguntó quién era yo y qué hacía con el libro. Se enojó el cura y me lo quitó de mis manos, y telefoneó a su superior, que pidió que me enviaran a que hable con él. Estaba más colorao que un tomate. Le conté que era cavineño, pero no me creyó. “Soy cavineño mi apellido lo dice, y si quiere le hablo en lengua” le dije, pero igual me botó. Me fui a la Cirabo (Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia) para que me dieran una carta. Regresé con la carta, se la di y él la tiró, y me dijo que si volvía me iba a llevar a la Policía”.

Pero Alfredo también ha recibido la incomprensión de personas de su misma etnia. “La mentalidad de algunos cavineños era que yo estaba loco o que estaba tratando de ganarme la plata”, comenta y le preocupa que aún hoy no exista el interés por difundir el libro. Una parte de ese trabajo pudo incluir en los textos del Programa de Educación Intercultural Bilingüe de Tierras Bajas del Ministerio de Educación en 2005, pero esa publicación carecía de mucha información que el autor había tenido que dejar de lado.

En 2004, Alfredo Tabo mostró sus manuscritos a Enrique Herrera con muy pocas esperanzas de encontrar una respuesta positiva; sin embargo, el antropólogo descubrió en esos escritos una obra de gran originalidad y de una riqueza que merecía ser tomada en serio. Fue así que empezaron a trabajar en la edición del manuscrito.

Los antropólogos transcribieron íntegramente el material y junto con el autor aclararon los pasajes que parecían confusos. El resultado es que ya se encuentra en librerías y que servirá de base para posteriores investigaciones acerca de los cavineños y para el desarrollo de textos escolares, para que los mismos habitantes aprendan su historia.

De igual modo el libro ofrece importantes datos acerca de los reclamos territoriales que tiene la etnia y que a lo largo de su historia ha pasado a diferentes manos, menos a las de los propios cavineños.
Por otro lado, Alfredo Tabo se siente feliz por la publicación, pero su afán de contar los muchos aspectos de la historia y la vida de su pueblo lo ha animado a seguir escribiendo y espera un nuevo libro en el que, dice él, narrará acerca de la música, las danzas, la medicina tradicional y otros aspectos casi desconocidos de los cavineños.

Lugares donde se encuentran

Los cavineños se encuentran en el noreste de Bolivia, en la provincia Ballivián del departamento de Beni, y en los alrededores de Cavinas, en los centros gomeros y a lo largo de los ríos Beni, Biatas y Geneshuaya.

Actualmente, existen 16 familias cavineñas en Mapajo, provincia Nicolás Suárez; 14 en Santa Ana, provincia Manuripi, y 33 familias en Galilea, provincia Madre de Dios del departamento de Pando. También se ubican grupos familiares dispersos en la provincia Iturralde de La Paz. Las comunidades cavineñas son: Buen Destino, Buenos Aires, Baqueti, Candelaria, Carmen Alto, Las Islas, Misión Cavinas, Palmasola, Paraíso, Peña Guarayo, Puerto Cavinas y San José.

El cavineño se habla en las comunidades Santa Elena, Buen Destino, California y San José de la provincia Vaca Díez del departamento de Beni. También en las localidades Las Mercedes, Baqueti, Puerto Cavinas, Misión Cavinas, Candelaria, San Miguel, Peña Guarayo, Bolívar y Santa Catalina de la provincia Ballivián del mismo departamento. Además de algunas comunidades de la provincia Manuripi de Pando.( La Prensa).

El cavineño y su escritura

El idioma cavineño fue escrito por primera vez por el famoso misionero Nicolás Armentia, autor de una pequeña gramática y de un diccionario póstumo (1906) con base en la ortografía castellana. Este diccionario fue elaborado por el franciscano a partir de un trabajo inédito del padre José María Ciuret (Armentia 1883). Luego fue transcrito de la misma manera por Mary Key, del Instituto Lingüístico de Verano, que también sacó un diccionario (1963).

Entre los trabajos más recientes se destaca el realizado por el lingüista Antoine Guillaume, que escribió varios artículos acerca de la gramática y realizó una tesis de doctorado sobre el tema en 2004. En el contexto de la Reforma Educativa, que implementa la Educación Intercultural Bilingüe, Guillaume propuso un nuevo alfabeto cavineño, basado en una asociación más estrecha entre los fonemas y los grafemas del cavineño.

Texto y foto: Amazonía boliviana

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