domingo, 6 de septiembre de 2009

Murió un boliviano: Padre Pica


Max Murillo Mendoza

Me llamó Henry Tito a las 9 de la mañana de hoy 5 de septiembre, luego Walter Limache para confirmarme la muerte de Pica. El Rev. Alfonso Pedrajas Moreno, nacido en Valencia España, llegó a Bolivia allá a principios de los años 70 del anterior siglo. Muy joven se enamoró de este país misterioso y complejo. Decidió hacer causa por los marginados y en ese momento por los perseguidos en las dictaduras. Se comprometió a fondo por los asuntos educativos y pedagógicos de Bolivia. Después de la muerte del padre Basiana, tomó el timón del mando en el Juan 23 (1.976), no era una tarea fácil ni mucho menos. Muchas promociones, como la mía (Suig Géneris-81), fuimos testigos de esa vocación, con luces y sombras como conversé con él mismo. Pero brillante y creativa, siendo parte entonces de los enormes esfuerzos de otras experiencias educativas también brillantes. Pica siempre me dijo que era de izquierda desde su nacimiento. Y era apasionado con esas causas, hasta llegar a extremos de mezclarse con los mineros mismos en el interior mina, de trabajador común y corriente en Siglo XX y Llallagua. Quería conocer de cerca, y lo hizo, al glorioso movimiento minero boliviano. Compartió con los pobres en el barro mismo, con sus miserias humanas y sus virtudes. Era un burguesito culto y eso cierto le hacía algo extraño en un país como este, donde las clases altas viven a espaldas de la historia y las necesidades del pueblo. Pero también fue un humano: se equivocó muchas veces y reaccionó en consecuencia.

A partido el Pica, con su partida recuerdo sus clases de estética, magistrales sesiones donde escuchábamos música gregoriana, música clásica y vimos por primera vez de changos a ese Jesucristo Supertars. Nos mostró la Cantata de Santa María de Iquique, aquel sangriento recuerdo de tres mil obreros muertos; pero Pica nos mostró como reflexión profunda, artística y estética, no como bronca política. Y la historia de las religiones, en fin, sus reflexiones sobre la dureza de la vida y los sacrificios que nos aguardaban. Sus profundos rencores a las clases altas latinoamericanas: “ignorantes como son” repetía. Compartimos seis largos años. Peleamos, discutimos, aprendimos, reímos en sus campamentos, y seguimos aprendiendo de él. Fue injustamente comparado con Basiana. Pica era más terrenal, hecho del mismo barro. Tantísimos recuerdos. En fin.

Murió este boliviano que dio tanto por esta patria, sin haber nacido en ella. Y eso que sirva, si es que de algo sirven las muertes, a los bolivianos que nacimos aquí que muchas veces nos cuesta entender en qué lugar realmente estamos. Murió este jesuita de trinchera, que se negó a renunciar a sus ideales aún las presiones de los poderes y las coyunturas políticas institucionales. Y lo más coherente: vino a morir a Bolivia, porque esta es y era su patria.
Texto: Blog Omar Quiroga
Foto: Escape

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