viernes, 11 de septiembre de 2009

Una profecía sobre el 11/S


Ramón Rocha Monroy

Thomas Merton, monje trapense y poeta, guía espiritual de Ernesto Cardenal, escribió en 1947 un poema estremecedor titulado "Figuras de un apocalipsis en las ruinas de Nueva York", en el cual parece revivir las revelaciones de los profetas bíblicos al anunciar casi medio siglo antes el derrumbe de las Torres Gemelas.

"¿Cómo han caído, cómo están ahí tumbadas / esas torres de hielo y acero grandes y fuertes / derretidas por qué terror y por qué milagro? / ¿Qué fuegos y luces, con el odio blanco de / una sentencia súbita, hicieron erramar / esas torres de plata y acero?", escribe Merton, como si hubiera adivinado el atentado del 11/S.

El poema dice lo siguiente: "Más pálida que la cara de una actriz está la luna. / Hemos escuchado su lamento en la hiedra marchita / sobre puentes dentales,- / en la hiedra marchita, destrozada, / que ama hecha ventarrón en rehilete. / Más pálida que la cara de una actriz / está la luna, y por ti llora, Nueva York, / buscándote entre escombros de puentes, / y se agacha para escuchar al falso bronce / de tu voz sofisticada / ¡cuyos cantos ya no se escuchan! / ¡Qué quietud ha llegado tras la oscura noche! / después de que las flamas desde las nubes / calcinaron tus dientes con caries, / y cuando esas luminosidades lanzaron / las negras ebulliciones de Harlem y el Bronx / derramaron a los prisioneros permanentes / (las decenas y veintenas de vivos) / sobre las frondas de los árboles de Jersey / de verdosos ranchos, para encontrar la libertad. / ¿Cómo han caído, cómo están ahí tumbadas / esas torres de hielo y acero grandes y fuertes / derretidas por qué terror y por qué milagro? / ¿Qué fuegos y luces, con el odio blanco de / una sentencia súbita, hicieron derramar / esas torres de plata y acero? / Tú, cuyas calles han crecido por entre rejas, / Arraigadas en Bowling Green arraigadas a golpes / en Upper Bay: / ¿Cómo estás desnudada, hoy, hasta tu esqueleto? / ¿Qué cambió tu carne viva por carne muerta? / ¿Dónde está el fulgor de tus licencias obscenas? / ¿Oh, dónde están tus niños en la tarde del domingo / uno a uno baleados desde las sombras de la Paramount? / Las cenizas de las torres aplanadas siguen remolinando con adornos de humo, mientras velan / en tus exequias, y con el tufo de la incineración / escriben, entre rescoldos, este tu epitafio: / "Aquí existió una ciudad que se vestía con dinero de papel. / Vivió cuatrocientos años con monedas / de níquel circulando por sus venas. / Amó las aguas de los purpúreos siete / mares y ardió / en su propia verde bahía más grande / y más blanca que la de Tiros. / Fue grosera como un taxi. Con sus / altos tacones algunas veces sus ojos / se vieron azules como la ginebra, / y durante toda su vida los clavó en / los corazones de sus seis millones de pobres. / Ahora ella murió entre terrores de / una repentina contemplación -Ahogada / en sus aguas de un manantial envenenado." / ¿Podremos consolar a las estrellas ante / la larga sobrevivencia de esa perversidad? / Mañana y un día después nacerán pastos / y flores en el seno de Manhattan. Pronto / en el lugar de las sucias ventanas se / mecerán las ramas de nogales y sicomoros / -Las hiedras y los viñedos derrumbarán / las frágiles murallas. Las fachadas de / piedras grises quedarán enterradas en / la frescura y fragancia de las flores. / La rosa silvestre y el manzano / florecerán en los / barrancos silenciosos / de la ciudad. / En las cornisas de viejos departamentos / habrá nidos de palomas y panales. / Las aves cantarán sobre espinos asoleados / donde estuvo la Park Avenue. Y en el lugar / del Central Park habrá un cerrito / arracimado por dulces oscuros pinos. / Piensa que habrá algún campesino deshierbando / el bosque para sembrar un acre de milpas / que se verán como estandartes en las colinas / sobre el campo de Harlem. ¿Vendrán / los cazadores a explorar las campiñas vírgenes / de Broadway buscando linces y venados? / ¿O algún ermitaño, escondido entre abedules, / con los ladrillos del palacio municipal / construirá su ermita cuando todos los / subterráneos se vuelvan arroyos y riachuelos / con peces fluyendo bajo el sol y en silencio / hacia el Battery sembrado de cañas? / Pero la luna, hoy, luce más pálida que una / estatua. Se asoma cargando una lámpara entre / árboles de hierro en esta Hespérides arrasada. / Bajo esa luz, en las cuevas que alguna vez / fueron escollos y teatros, gente greñuda viene a jugar- / Y creemos oír el canto de las esfinges con eco / entre las rocas de Wall Street y Pine Street. / Nos quedamos llenos de miedo y más mudos que / las estrellas que caen cojeando en aguas mutiladas. / Más mudos que la madre luna, blanca muerte que / vuela y escapa cruzando la aridez de Jersey.

La versión es del poeta mexicano José Vicente Anaya, así como esta nota introductoria publicada en La Jornada Semanal, del DF. Thomas Merton (1915-1968) a finales de 1941 decidió ingresar a la orden monástica de los cistercienses (más conocidos como trapenses), en la Abadía de Getsemaní, Kentucky, Estados Unidos. Años más tarde haría los votos para consagrarse como monje sacerdote y llegó a ser maestro de novicios en dicho monasterio, enseñando teología, filosofía y literatura. Antes estudió en Cambridge y vivió varios años en la atmósfera intelectual y bohemia del Villege de la ciudad de Nueva York mientras daba clases de filosofía en una
escuela de educación media.

La cantidad de libros que Thomas Merton publicó es abundante, en español pueden contarse más de veinte títulos, algunos de ellos: Amar y vivir, Humanismo cristiano, Ishi significa hombre, Acción y contemplación, El hombre nuevo, Reflexiones sobre Oriente, El Zen y los pájaros del deseo, Nuevas semillas de contemplación, Paz personal paz social, Amar y vivir, El camino de Chuang Tzu, etcétera.

Acerca de sus ideas sobre lo que es una ciudad, alguna vez Merton escribió: "Las primeras ciudades del continente americano fueron centros de celebración. Eso eran, por ejemplo, las primitivas ciudades mayas de Guatemala y la ciudad zapoteca de Monte Albán, en México.

Ciudades muy antiguas de entre los años 500 y 300 aC , contemporáneas de las ciudades-Estado de Grecia. Las primeras ciudades mayas y el centro zapoteca de Monte Albán no eran capitales imperiales. No tenían ejércitos. No tenían reyes. No conquistaron a nadie. Si había luchas era a pequeña escala. La ciudad no había sido construida por la guerra y la conquista. El dinero no existía. La ciudad fue construida por el pueblo, no para un rey, no para una pandilla de generales sino para ellos mismos; era un lugar de celebración." ¿Nueva York alcanzaría ese rango civilizado para la celebración? Merton conoció muy bien la ciudad de Nueva York.

Después de seis años en el monasterio, caminando por dicha ciudad tuvo esta visión del futuro que escribió en forma de poema y que aquí presentamos.

Texto: Bolpress
Foto: la-puerta-abierta

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